El destino de Júpiter

Crítica de Javier Porta Fouz - La Nación

Hace unos meses, alguien desde Estados Unidos logró un tuit muy exitoso que decía que en los ochenta cosas como Los Cazafantasmas no existían antes de ser película, que alguien realmente había inventado a esos personajes. La fuerza sarcástica del mensaje proviene, obviamente, de que la inmensa mayoría del cine mainstream actual es: a. Secuela. b. Remake. c. Precuela. d. Adaptación de cómic. e. Adaptación de best-seller. f. Adaptación de videojuego. g. Spin-off. h. Una combinación de las anteriores. El primer disfrute que proporciona de El destino de Júpiter es la posibilidad de sumergirse en un mundo creado para la ocasión, con personajes nuevos y con problemas y ambiciones que desconocemos.

Más allá de las referencias a Star Wars esa especie de Han Solo que hace el rústico y siempre eficaz Sean Bean, a Jurassic Park y a otras, El destino de Júpiter juega su propio juego, impone su propia identidad. Y hasta se da el lujo de citar, mediante la idea de cosechar humanos, a una de las mejores y hasta cierto punto más ignoradas películas de acción y terror de los últimos años: Vampiros del día (Daybreakers), de otros hermanos, los Spierig.

En El destino de Júpiter, melodrama con mucha acción + novela espacial con humor + ciencia ficción con múltiples personajes, el centro está puesto en Mila Kunis (Júpiter), que interpreta a una inmigrante rusa que vive en Chicago y que trabaja limpiando casas. Júpiter se verá envuelta en una intriga enorme, que la hará viajar y sobre todo acceder a nuevas realidades o, mejor dicho, a una realidad que desconocemos, que está relacionada con que hay otros seres y muchos más mundos que el nuestro en este universo.

El destino de Júpiter cuenta mucho, y por momentos necesita dar mucha información para que entendamos las reglas del juego que se abre ante nosotros, y lo hace con una claridad notable: es clara al explicar y explica sin detener su fluidez. Y si necesita detenerse seduce mediante lugares de increíble diseño o los paisajes de una ciudad milagrosamente bella, como Chicago.

Cuando el film se encamina hacia secuencias de acción complejas se plantea como primer objetivo la inteligibilidad y luego la espectacularidad, y ambos aspectos se potencian mutuamente, mientras el 3D se maneja en términos genuinamente espaciales. Que los actores aporten convicción festiva a una película que se juega por extravagancias diversas, heroísmos extra large y emociones múltiples es un bonus para este disfrute fantástico, para esta apuesta rotunda y probablemente incomprendida, a juzgar por algunas reacciones en Sundance por el poder de invención del cine.