El descenso 2

Crítica de Matías Orta - A Sala Llena

En 2005, los espectadores del mundo se estremecieron con El descenso, la historia de un grupo de seis mujeres que se internan en una red de cavernas inexploradas y terminan enfrentándose a hordas de monstruos hambrientos. La película fue dirigida por el talentoso director británico Neil Marshall (Dog Soldiers, Doomsday: El día del juicio), uno de los referentes del cine de terror del nuevo milenio, junto a Eli Roth, Alexandre Aja y Rob Zombie, entre otros. El éxito del film dio pie a la inevitable secuela. Esta vez Marshall se desempeña como productor ejecutivo, y quien debuta en la silla de director es Jon Harris, editor de la primera entrega y habitual montajista de Guy Ritchie, Matthew Vaughn y Danny Boyle.

El descenso 2 comienza justo donde termina la anterior. Luego de sobrevivir a las bestias subterráneas, Sarah (Shauna Macdonald) debe volver a las profundidades, esta vez acompañada por un reducido equipo de rescate en busca de posibles sobrevivientes. Por supuesto, encontrarán horror puro e interminable.

El punto en contra de esta película es que ya no hay sorpresas, no hay novedad. Ya sabemos en qué consiste la amenaza y qué se propone (devorar lo que tengan enfrente, nada más). Pero la historia es muy entretenida, y hay sangre, muertes, sustos, resentimientos entre dos de las protagonistas (asuntos de infidelidad), desesperación y criaturas espantosas a granel. También aparecen imágenes y referencias a la primera parte, para todo aquel que no la recuerde o que directamente nunca la haya visto.

Lo interesante aquí es que los personajes femeninos —que son varios— no se dejan deglutir por las bestias así nomás, lo que sucede en las películas de terror promedio, sino que les hacen frente. Resultan ser guerreras; como Ripley (Sigourney Weaver) en la saga de Alien, pero del subsuelo. Este detalle la convierte en una gema para el público más feminista.

Sin bien no agrega demasiado al género, El descenso 2 es una buena oportunidad para pasar un rato (des)agradable... siempre y cuando no sean claustrofóbicos.