El cuarto azul

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

Hipnótica, sensual, atrapante

Puede verse como un thriller judicial -algo sucedió y se realiza una investigación policial-, pero ésta sería la manera menos disfrutable.

Sensualidad, intriga, complejidad, pecado, hipnotismo, concentración, contrastes: de todo ello hay en El cuarto azul, un thriller con sexo, crimen y sangre, obviamente, pero que escapa a la frialdad con que los compatriotas de Mathieu Amalric suelen contar este tipo de relatos.

Amalric se toma el trabajo, y luego lo traslada al espectador, de pensar un thriller, descontracturarlo, alterar el orden cronológico, dar pistas y obligar a pensar -o mejor a imaginar- qué es lo que en verdad sucedió en este cuarto azul en el que la lujuria, el deseo y la desesperación se aúnan entre la fatalidad y, si cabe, la satisfacción.

El cuarto azul puede verse como un thriller judicial -algo sucedió y se realiza una investigación policial-, pero ésta sería la manera menos disfrutable.

La primera vez que vemos a Julien (el propio Amalric) está pasándola excelente, de manera desenfrenada con una mujer. Luego descubriremos que son amantes. Y más tarde Juien será acosado por un juez, a partir de una autopsia.

Basada en la novela de Georges Simenon publicada en 1964, la película transcurre en el presente por lo que luce aggiornada, y, si bien es breve -dura escasos 76 minutos y uno quiere que siga, y siga-, ofrece suficientes pistas y contrapistas, marchas y contramarchas para mantenernos ocupados y, como decíamos, concentrados para no perder detalle.

El cuarto azul es la invitación a un viaje por la atribulada mente de Julien, como una odisea o pesadilla, donde la libertad de pensar, de creer y de ser se amalgaman en un personaje que sufre y vive ante nuestra bienvenida confusión. Gracias a Amalric por permitirnos ingresar a este laberinto en el que la música, la iluminación y las actuaciones, de él, de su pareja en la realidad y amante en la ficción, Stéphanie Cléau, y de Léa Drucker (su esposa en el filme) suman y propician toda una experiencia. El cine francés no suele permitirse estos arrebatos, y ni qué hablar del hollywoodense. Anímese y disfrute. A Julien parecía que no le había ido tan mal. ¿O sí?