El conjuro

Crítica de Santiago García - Tiempo Argentino

El demonio vuelve a golpear la puerta

La particularidad de este film de terror es que está basado en un hecho real y juega con varios de los elementos que causan grandes miedos: muñecos, niños aterrados y posesiones. Buenos actores para un gran susto.

No hay nada más divertido y ridículo que una película de terror basada en hechos reales. Aunque muchos espectadores puedan creer lo que la historia cuenta, está claro que siempre se trata de tramas disparatadas que asumen una enorme cantidad de hechos no probados. Tal es el caso de El conjuro, que toma a dos "demonólogos" de la vida real, Ed y Lorraine Warren, como punto de partida para la historia. Los Warren investigarán un caso en la casa de la familia Perron, un matrimonio con cinco hijas que sufre una presencia demoniaca en su casa. La película retoma esa década de esplendor para los fenómenos paranormales que fue la década del '70. No sólo porque los hechos que narra el film se ubican en esa época, sino porque remite también a toda una forma de entender el cine de terror a nivel estético y temático. Renunciando en gran parte al brutal género gore y apostando mucho al clima, la película asusta al viejo estilo. Tiene un poco de todo, juega mucho con las cosas que más asustan: muñecas, niños y posesiones. El director, nada menos que James Wan, es un conocedor del género. Su gran aporte ha sido haber fundado la serie de El juego del miedo (Saw), que en aquella primera entrega era una verdadera novedad. Wan permaneció en gran medida dentro del género y acá parece inaugurar una nueva franquicia, ya que el matrimonio Warren tiene en sus expedientes suficiente material para seguir haciendo películas para siempre. Tanto los Warren, como la familia Perron, han narrado esta historia, aun cuando el film preste más atención al punto de vista de los investigadores. Las licencias poéticas del film, por suerte, son las suficientes como para no considerarse tampoco una recreación realista de los supuestos eventos ocurridos en la casa. Wan no sólo crea grandes climas y produce grandes e impactantes sustos, también sabe cómo dosificar el drama para que los personajes nos importen. Y por eso, y a diferencia de lo que ocurre con el cine de terror actual, Wan apuesta a buenos actores. Vera Farmiga y Patrick Wilson como el matrimonio Warren, y Lili Taylor y Roy Livingstone como los Perron, aportan muchísimo más que oficio y hacen mucho más creíble la historia. En cuanto a los efectos especiales, brillan por ser sutiles y no tomar protagonismo. El espectador no atento ni verá que hay efectos, mérito de un director que sabe que un efecto especial de más puede dejar al espectador afuera. No es lo que ocurre acá, donde al entrar, será muy difícil que alguien logre salir sin pegarse un buen susto.