El color que cayó del cielo

Crítica de Diego Batlle - Otros Cines

On the Rocks...

Hubo que esperar 11 años desde la notable Yo no sé qué me han hecho tus ojos (codirigida con Lorena Muñoz) para reencontrarse con el cine de Sergio Wolf. En el medio -claro- estuvo su larga gestión al frente del BAFICI, pero El color que cayó del cielo constituye una muy digna continuación para su carrera como director.

Ya no es la búsqueda detectivesca de una mítica cantante de tango "desaparecida" como Ada Falcón sino un tema en apariencia bastante más árido, más "científico", menos glamoroso: los meteoritos. Sin embargo, como en su film anterior, Wolf se aleja del documental convencional y "construye" una historia con múltiples elementos propios de la ficción que derivan en un entramado apasionante, por momentos cerca de la comedia de enredos y, por otros, con elementos propios del cine de aventuras y de la épica herzogiana.

La película tarda unos minutos en encontrar su eje. En principio, son demasiadas subtramas, demasiada voz en off, demasiados personajes desperdigados. Historias de conquistadores españoles y pueblos originarios, lugareños con teorías insólitas e investigaciones científicas que se remontan a sucesos ocurridos 4.000 años atrás, cuando una lluvia de meteoritos convirtió a la región ubicada entre Chaco y Santiago del Estero y conocida como Campo del Cielo en "el" lugar para quienes se dedican al tema.

Sin embargo, esa introducción en apariencia un poco anárquica o derivativa nos va llevando hacia los que son los verdaderos protagonistas (antagonistas) del relato (ambos estadounidenses para más datos): por un lado, el "superhéroe" Bill Cassidy, hoy ya veteranísimo, una eminencia que pasó buena parte de los años '60 investigando Campo del Cielo (luego se dedicó a explorar la Antártida); por el otro, el "villano" Robert Haag, que ha construido un imperio hasta convertirse en el mayor coleccionista (y traficante) de meteoritos del planeta, que se comercializan a precios millonarios vía Internet o incluso en ferias como la de Tokio.

Wolf viajó a Pittsburgh para entrevistar a Cassidy y tuvo acceso privilegiado al archivo personal del científico, que le cedió imágenes nunca vistas de sus viejas incursiones en el Chaco. También mantuvo en Tucson hilarantes encuentros con Haag, un tipo lo suficientemente loco como para intentar (sin suerte) robarse en 1990 un gigantesco meteorito de 37 toneladas de la Argentina (con grúa y camión incluídos) y quedar luego detenido varias semanas. "Soy el Hombre Meteorito", grita el hiperkinético personaje a cámara, mientras con absoluta impunidad muestra algunas de sus posesiones más valiosas y cuenta anécdotas hilarantes, tan absurdas que resultan casi inverosímiles.

La cámara siempre atenta de Fernando Lockett (habitual colaborador de Matías Piñeiro), el notable trabajo de edición de Alejandro Carrillo Penovi (El aura), la atrapante banda sonora de Gabriel Chwojnic (Historias extraordinarias) y, sobre todo, la innata curiosidad de Wolf y su capacidad para encontrar historias donde aparentemente no las hay, para quebrar las barreras muchas veces limitantes del documental observacional y sumergirnos en una historia con ribetes tragicómicos y fascinantes, son los grandes méritos de El color que cayó del cielo. La espera valió la pena. Wolf está de regreso.