Dallas Buyers Club: El club de los desahuciados

Crítica de Fredy Friedlander - Leedor.com

Alta posibilidad de quedarse con ambos Oscar a la interpretación masculina

“Basada en un hecho real”, la frecuente frase que se muestra al inicio de muchos films no sólo norteamericanos, no aparece en el caso de “Dallas Buyers Club”. Y ello no parece casual ya que si algo transmite “El club de los desahuciados”, poco feliz título alternativo con que se conoce aquí, es una gran honestidad al no tratar de ser vendida por el hecho de no ser una ficción. En efecto, se trata de un relato basado en un personaje real en tiempos en que el HIV (y el SIDA) recién comenzaban a ser masivamente conocidos.
La acción se inicia en julio de 1985, no casualmente con un comentario homofóbico de Ron Woodroof (notable Matthew McConaughey) sobre Rock Hudson. Otro de sus colegas no parece tener muchas luces al afirmar equivocadamente que era uno de los actores de “North by Northwest”/”Intriga internacional”.
Ron trabaja como electricista en una zona petrolífera del estado de Texas, que lo vio nacer también en la vida real y a la que pertenece la Dallas del título (tristemente célebre por el asesinato de Kennedy). En sus ratos libres participa de sesiones de rodeo que es donde se inicia la película. Sufre un desmayo y luego de ser hospitalizado dos médicos le comunican que sus tests sanguíneos revelan que ha contraído el HIV y que le queda apenas un mes de vida.
De allí en más sus días van pasando lentamente al principio (en el film), tardando algunos hasta convencerse que el haber practicado sexo no protegido debe haber sido la causa del contagio, pese a su condición heterosexual y cierta homofobia.
Habrá entre una de las tantas escenas en que vuelve a ser hospitalizado, y otras tantas en que se “escapa” literalmente de los centros de asistencia, una que será relevante en su futura vida. Será cuando sufra un fuerte calambre en una de sus piernas y el dolor sea aliviado por su ocasional compañero de habitación. Allí hace su aparición Rayon (Pared Leto, el otro firme candidato al Oscar), especie de “Drag Queen” que se transformará al poco tiempo en su socio para un negocio basado en el tráfico de drogas desde México. Pero no se trata de cocaína sino de medicamentos no aprobados por la FDA (Food and Drug Administration) y que Ron traerá adoptando diversos atuendos. Quien se los provee es una especie de “curandero”, una buena caracterización de Griffin Dunne. En uno de esos viajes lo veremos pasando la frontera, “disfrazado” de cura, con el baúl del auto cargado de mercadería, en una escena muy graciosa.
El título de la película alude al negocio que monta, junto a Rayon, creando un club que provee de medicina a la creciente legión de enfermos de SIDA a cambio de un pago mensual. Claro que nada será fácil ya que se verá enfrentado con la competencia de poderosos laboratorios que están probando medicamentos como el célebre AZT, cuya eficacia es puesta en duda por el propio Ron.

Pasarán las semanas e incluso los meses y Ron parecerá haber encontrado la forma de que no avance la enfermedad. Incluso viajará a Europa y Japón, donde ha aparecido el interferón, intentando ampliar sus fuentes de abastecimiento de su “club”.
A medida que avanza el relato irá creciendo en significación un tercer personaje, uno de los dos médicos que lo atendió al inicio. Eve, la doctora que interpreta Jennifer Garner (“La extraña vida de Timothy Green”), se debate entre su honestidad profesional que le impide hacer las recetas que tanto necesita Ron para si mismo y su club y el cariño que siente sobre todo por Rayon.
La película fue dirigida por el canadiense Jean-Marc Vallee, de quien se conoce “Mis gloriosos hermanos”/”C.R.A.Z.Y”, con un tema lejanamente afín al de “Dallas Buyers Club”. Sorprende acá con sus seis nominaciones entre las cuales destacan ambas interpelaciones masculinas pero también al mejor guión original y montaje.
McConnaughey fue visto hace poco en la impactante escena inicial de “El lobo de Wall Street” (como Mark Hanna) y ya se cruzó hace cinco años con Jennifer Garner en la olvidable “Los fantasmas de mi ex”. Es muy probable que gane el Oscar a la mejor interpretación masculina y que otro tanto ocurra con Pared Leto (“Réquiem para un sueño” como mejor actor de reparto. Ambos debieron bajar fuertemente su peso para dar más verosimilitud a sus respectivos personajes, pero es la convicción con que los interpretan lo que debería justificar sus probables chances el próximo domingo 2 de febrero.