El círculo

Crítica de Diego Batlle - La Nación

De regreso a la vida

El uruguayo Henry Engler vive desde hace un cuarto de siglo en Suecia, donde encontró al amor de su vida y se especializó en medicina nuclear hasta convertirse en una eminencia internacional en la investigación sobre el mal de Alzheimer. Pero Engler también tiene un pasado que le ha dejado heridas demasiado profundas, de esas que nunca dejarán de sangrar: fue uno de los líderes del grupo guerrillero Tupamaros y, tras ser baleado y detenido, pasó 13 años como "rehén" (así se lo conocía) de la dictadura militar en condiciones infrahumanas (torturado y sin ver la luz del día).

Lo que los directores José Pedro Charlo y Aldo Garay hacen con esta historia de vida es un trabajo admirable. Cuando estaba todo servido para un obvio documental politizado que exaltara la heroicidad y la redención del protagonista, los cineastas apuntan -en cambio- a un registro íntimo, tierno y pudoroso a la vez, que resulta profundamente maduro y humano (humanista) en su exposición de los mecanismos internos a los que debe apelar alguien para sobrevivir en condiciones extremas.

Ensayo sobre la locura, la amistad, la religión y la memoria, El círculo arranca y termina en el bucólico pueblito de Uppsala y -en el núcleo del relato- sigue el viaje de regreso de Engler a Uruguay, en el que recorrerá las distintas cárceles en las que estuvo detenido y se reencontrará con sus viejos compañeros de lucha y cautiverio: desde el actual presidente José Mujica hasta Mauricio Rosencof. Todos aparecen en pantalla con un discurso inteligente y alejado por completo de cualquier dosis de victimización o revanchismo.

Que la película haya apostado por esa austeridad y esa simpleza tan uruguayas no quiere decir que eluda los rigores físicos y, sobre todo, los psíquicos que sufrió Engler. Los testimonios del protagonista son impactantes, conmovedores, pero alejados de cualquier tipo de especulación. Y los directores -que además registran todo el viaje con una precisión y un talento asombrosos- vinculan con acierto aquel pasado lleno de alucinaciones y paranoias con la actualidad de un Engler que -no por casualidad- se convirtió en un emblema mundial en el estudio del cerebro humano.