El canal del demonio

Crítica de Diego Batlle - La Nación

El canal del demonio es otra de casas embrujadas

Enésima historia de fantasmas y fuerzas sobrenaturales que habitan en una centenaria casona que se estrena en los últimos meses, esta película escrita y dirigida por el irlandés Ivan Kavanagh va de mayor a menor; es decir, del thriller psicológico con una rica presentación de personajes, universos, conflictos y climas al terror con resoluciones bastante arbitrarias llenas de golpes de efecto y de revelaciones que esconden no pocas trampas.

Rupert Evans interpreta a David, empleado de un archivo fílmico que se va a vivir con su bellísima esposa holandesa (Hannah Hoekstra) y su pequeño hijo (Calum Heath) a una amplia y antigua casa cerca del canal al que alude el título en Dublín. El protagonista descubre que su mujer le es infiel y al poco tiempo ella aparece ahogada. Mientras el cínico detective que investiga el hecho (Steve Oram) cree que David es el culpable, él se convence de que hay presencias fantasmales metidas en el asunto, sobre todo cuando, en los archivos, encuentra imágenes de casos de asesinatos ocurridos un siglo antes en esa misma casa.

Este planteo inicial es interesante, Kavanagh filma bien y los intérpretes son muy competentes, pero cuando en la segunda mitad el guionista y director tiene que empezar a resolver las intrigas y los misterios, la película se desbarranca por completo. Así, lo que en principio parecía digno de un heredero del cine de David Lynch, David Fincher o Roman Polanski termina por momentos bordeando el ridículo.