El camino del vino

Crítica de Santiago García - Tiempo Argentino

El drama de perder la sensibilidad

Un experto en vinos, Charlie Arturaola, pierde el gusto. A raíz de esa desgracia emprenderá un periplo en busca de respuestas. Ficción disfrazada de documental sobre un tema universal como lo es la búsqueda o recuperación del placer.

Charlie Arturaola es un sommelier extraordinario. Es presentado como una autoridad absoluta. En control de su trabajo, no hay nada que parezca salirse de sus manos. Pero entonces ocurre algo inesperado. La peor pesadilla se hace realidad: Charlie pierde el gusto. No es capaz de sentir el sabor del vino. Este evento súbito, casi mágico, genera una comprensible desesperación en él. Consulta con amigos, con su mujer, trata de pensar cómo resolver esto. En realidad no piensa. Como en Hechizo del tiempo (Groundhog Day) de Harold Ramis, donde Bill Murray recibía un milagro adverso que le permitía aprender algo, en El camino del vino el protagonista tendrá que, en un camino desesperante pero con mucho humor, entender algo que lo ha llevado a ese estado. Inventando los argumentos más delirantes, Charlie hará un camino que lo llevará (o no) a la comprensión y la sensibilidad perdida. No es una película sobre vino –aunque los amantes del vino la adorarán– sino sobre la forma en que todas las personas pueden perder la sensibilidad, como –en particular los expertos– corren el riesgo de perder el origen de su pasión. Carreras hace una apuesta estética también. Su ficción se disfraza de documental, pero no hay dudas de que igual hay un armado dramático, más allá de la historia principal, sin duda construida alrededor del carismático protagonista y su conflicto. Ver a una autoridad convertida en un indefenso personaje, sin duda es una idea interesante y el camino para recuperar la humildad va a haciendo que uno se encariñe aun más con el pobre Charlie. Sus recursos insólitos, sus mentiras, sus deseos de lograr de forma rápida lo que en realidad es un proceso interior. La película amenaza con volverse un poco didáctica en un momento pero por suerte pasa por alto esto y recupera su ritmo y su interés. Hay escenas realmente graciosas y momentos sorprendentes. Con humildad, Carreras hace una película inteligente, de esas que además son fáciles de querer por los espectadores. La búsqueda del placer, o la recuperación del mismo, después de todo, es un tema que no le es ajeno nadie.