El bosque siniestro

Crítica de Jesús Rubio - La Voz del Interior

Una película que asusta

La película El bosque siniestro falla al concentrar el terror en efectismos.

Hay al menos dos tipos de películas de terror: las de susto y las de miedo. Las primeras se concentran en hacer sobresaltar al espectador a la fuerza (como cuando alguien se esconde detrás de la puerta para sorprenderlo con un "¡Bu!"). Las segundas, en cambio, entienden que para "meter miedo" no hay que recurrir al golpe de efecto sino que hay que inocularlo de a poco (con la puesta en escena, la música, los personajes, la atmósfera). El susto es pasajero; el miedo dura.

El bosque siniestro es un mal ejemplo del primer tipo de películas, ya que su director, Jason Zada, cree que el terror se reduce a meter abruptamente rostros horripilantes. Y el verdadero terror está más cerca del segundo grupo, donde se encuentran grandes títulos como El exorcista y Te sigue, que, por otra parte, demuestran una seria preocupación por lo cinematográfico.

El otro error que comete el filme es también frecuente: pretender un realismo dramático cuando todo es del orden de lo inverosímil. Quizás hayan sido los japoneses quienes mejor respuesta dieron al asunto. Siempre hay que elegir una de las dos cosas, o en todo caso optar por un humor autoconsciente, como lo hacen, por ejemplo, Takashi Miike en Llamada perdida y Sion Sono en Ekusute.

La historia es simple: una mujer llamada Sara Price (Natalie Dormer) llega a Tokio para buscar a su hermana gemela, quien se perdió misteriosamente en el bosque Aokikagahara, parte del Monte Fuji. La leyenda dice que es el lugar donde la gente va a suicidarse. Todos son malos augurios, todos dan por muerta a su hermana y todos le advierten no entrar sola al bosque. Pero Sara sabe que está viva. La actriz Natalie Dormer encarna a las dos hermanas, aunque nunca llega a conectarse con la historia ni a transmitir tensión.

El bosque está lleno de Yuurei (fantasmas japoneses enojados) y los usa para engañar a los que se adentran en él. De tal modo, el imaginario de la película está lleno de los típicos fantasmas del terror nipón, con sus colegialas mechudas y sus ancianas espeluznantes.

El bosque siniestro tiene elementos de El conjuro (hay sótanos, hay pasillos con luces que se prenden y apagan), pero no es El conjuro. Tiene cosas de películas japonesas al estilo La llamada, pero no es La llamada. Todos son intentos inefectivos, mal resueltos. Asusta con caras terroríficas que aparecen de golpe. Y eso es todo.