El blanco afuera, el negro adentro

Crítica de Diego Batlle - Otros Cines

Adorables perdedores

Ganadora con absoluta justicia de la Competencia Latinoamericana del reciente Festival de Mar del Plata, El blanco afuera, el negro adentro llega al Gaumont como la sexta y última entrega del año de ese notable ciclo que es Encuentros con el Cine Brasileño.

Queirós vive en Ceilândia, una zona desfavorecida de la periferia de Brasilia donde se hacinan más de 600.000 personas y allí filmó ya seis películas. En El blanco afuera, el negro adentro con sus personajes tullidos (física y emocionalmente), con su look apocalíptico, podría haber caído en el patetismo, en el miserabilismo, en la crítica social obvia y subrayada. Nada de eso.

El director pone en el centro de la escena a dos personajes negros, uno en silla de ruedas y otro con una pierna ortopédica, ambos víctimas de la policía racista en bailes de los años ’80 donde se reprimían las actividades populares.

Entre el documental y la ficción (todas las apocalípticas locaciones fueron construidas para el film) e inclusive con elementos propios de la ciencia ficción a partir de un investigador enviado desde el futuro a desvelar los hechos, con una inevitable mirada política pero también con un lirismo y una reivindicación de estos antihéroes que remiten al cine de los portugueses Pedro Costa y Miguel Gomes, el realizador de Dias de greve, Fora de campo y A cidade é uma só? construye un film extrañísimo y fascinante a la vez.

El mundo de las radios clandestinas, las fábulas, la música (hip hop, funk) y la rebelión anarquista forman parte de este film popular sin los lugares comunes del cine populista. Una bienvenida rareza del nuevo cine brasileño que resulta un buen regalo de fin de año. A no dejarla pasar.