El baile de la victoria

Crítica de Fredy Friedlander - Leedor.com

Fernando Trueba es uno de los más sólidos y mejor conocidos realizadores españoles en Argentina. Hace treinta años debutaba en el largometraje con “Opera prima” (aquí conocida como “Prima, te quiero”) y desde entonces casi todos sus films fueron estrenados en nuestro país. Títulos tan famosos como “El año de las luces”, “El sueño del mono loco”, la ganadora del Oscar extranjero “Belle Epoque”, “La niña de tus ojos” y “Calle 54” jalonan una carrera impecable que sufre un serio traspié con la más reciente “El baile de la victoria”, insólitamente seleccionada por España para su posible nominación al Oscar extranjero. Detrás de tal decisión deben haber obrado motivos especulativos tales como la posible reincidencia del director a la hora de los premios o el hecho de estar ambientada en Chile, apenas terminada la dictadura de Pinochet. Pero también responden a una profunda crisis del cine español, uno de cuyos síntomas es su casi total ausencia de nuestras pantallas últimamente.

Basada en el libro del chileno Antonio Skarmeta (“Ardiente paciencia”, “El cartero”) que incluso tiene un “cameo” como un crítico de ballet, bien avanzadas las más de dos horas que dura la película, son demasiados los temas que “El baile de la victoria” pretende abarcar.

Por un lado hay desde el inicio una trama policial que protagonizarán dos presos recientemente liberados: Nicolás Vergara Grey (Ricardo Darín) y el joven Ángel, pobre actuación de Abel Ayala, mejor recordado por su debut como y en “El polaquito”. Dos personajes en el Chile post Pinochet, interpretados por sendos actores argentinos parece demasiado, pese al esfuerzo realizado por Ayala para disimular su tonada porteña.

En la historia, Grey sólo piensa en recuperar a su hijo y esposa, esta última opacamente interpretada por Ariadna Gil, una española en otra concesión de nacionalidades. El personaje de Victoria está a cargo de la bailarina chilena Miranda Bodenhöfer, de la que se enamora perdidamente Ángel y que se ha quedado muda desde que sus padres han desaparecido. La escena de danza en el Teatro Municipal de Santiago no alcanza la excelencia con que se la ha pretendido ensalzar y su aporte dramático es escaso. Más ridículas resultan las cabalgatas de su joven aspirante por las calles de Santiago en lo que pretendió ser una alegoría (¿a la libertad?). El robo que perpetúan ambos recientes presos a ex funcionarios de Pinochet parece calcado de tantas películas norteamericanas y el final en plena cordillera de los Andes una postal que no encaja con el resto. Entre los roles secundarios se destacan dos veteranos actores chilenos: Julio Jung y Gloria Münchemeyer, que formaron parte del reparto de la excelente “Coronación” de Silvio Caiozzi.