El Avispón Verde

Crítica de Santiago García - Leer Cine

EL SHOW DE KATO

La versión cinematográfica de la famosa serie de televisión de la década del 60 propone un juego muy interesante, en el que se trabaja a partir de la vida posterior que tuvo la propia serie, con algunos cambios y, sobre todo, con nuevos temas, que hacen del film un material más complejo que el material que le dio origen.

En el origen, El avispón verde fue un programa de radio. Sus creadores, los mismos de El llanero solitario, pensaron incluso en un parentesco entre ambos, algo que hoy podría parecer insólito, pero que era plausible por aquellos tiempos. En la actualidad, con las múltiples excusas para secuelas y precuelas, tales conexiones no serían absurdas, aunque nadie se atrevería a hacer un Avispón verde ambientado en la década del 30. Inmediatamente después del show de la radio, apareció la historieta y, luego, el serial de cine. Sin embargo, para toda una generación, El avispón verde es el nombre de una serie de televisión realizada entre 1966 y 1967. Brett Ried y su compañero Kato fueron los personajes de una de las series de aquel período y hasta llegaron a cruzarse con la mismísima Batman y Robin, protagonizada por Adam West y Burt Ward. Lo cierto es que el protagonista de aquella serie, que interpretaba a Brett Ried –verdadera identidad del avispón-, era el actor Val Williams, cuyo papel más recordado es, justamente, el de esta serie. Pero quien interpretaba a Kato era –nada menos que– Bruce Lee, quien se convertiría, poco tiempo después, en una de las estrellas más famosas del mundo. Tal distancia entre la carrera de ambos, hoy nos asombra. En Hong Kong, sin embargo, el programa se llamó, directamente, El show de Kato. La historia entre Brett Ried y Kato tuvo varios puntos de evolución. Por ejemplo: en el origen, el personaje de Kato era presentado como japonés, aunque luego de Pearl Harbor, se dejó de mencionar su nacionalidad. Luego se lo identificó como filipino y, más adelante, como coreano. Cuando Bruce Lee, el actor americano cuyos padres eran oriundos de Hong Kong, representó el papel, la identidad de Kato volvió a tornarse complicada. Por supuesto, en la nueva película, Kato vuelve a ser japonés. El tema racial cobra una fuerza particular y se convierte en uno de los elementos más curiosos del film de Michel Gondry.

Las versiones de héroes y superhéroes se han multiplicado, y cada nueva aproximación a estos personajes suele ser un desafío que, si se ve recompensado en la taquilla, parecería que dejan de importar sus méritos artísticos. La mayoría de estos proyectos transita por la medianía, muchas veces, por la simple mediocridad; otros nacen con aires de clásicos, como los Batman de Christopher Nolan. Pero hay un tercer grupo, el de los que no pisan sobre seguro, los que no se salen de la media y renuncian tanto al éxito seguro como a la gris pulcritud del que no arriesga. En esa categoría es sencillo convertirse en un film maldito, casi negado, como pasó con el interesante y hasta provocador Hulk de Ang Lee, cuyos méritos de puesta en escena, montaje y aires de melodrama cayeron muy mal. Ahora otro proyecto clase A cae en manos de un director inusual e inesperado para esta clase de films. Pero esta vez, pese a que la crítica ha ignorado y maltratado al film en su país de origen, la simpatía de la película ha provocado que corriera mejor suerte con el público. El francés Michel Gondry es uno de los grandes realizadores de video clips de la historia (algunos brillantes, otros bastante aburridos) y, como director de largometrajes, entregó un film extraordinario: Eterno resplandor de una mente sin recuerdos. Para muchos, un proyecto como El avispón verde puede ser un retroceso, pero a juzgar por los otros films de su carrera, se podría afirmar que éste es su segundo film en importancia. Un film felizmente raro, inusual, pero divertido, lleno de humor, con buenas ideas y grandes momentos de acción.

Brett Ried ya no es el héroe de una serie de televisión sin ironía. Acá, Brett Ried –luego, El avispón verde- es un joven irresponsable, infantil, impulsivo, inculto, sin ambiciones más allá de la de ser un niño mimado por un padre con mucho dinero. La vida lo coloca frente a una dura prueba de la que, contrario a lo que uno puede esperar, él no parece salir airoso. El actor que lo interpreta, Seth Rogen, ha sido en su carrera bastante parecido al personaje que acá interpreta. A partir de esto, la película se transforma automáticamente en una comedia. Entonces, a ese inepto, maleducado y mediocre personaje se le cruza en su camino un sirviente de su padre, Kato, que es exactamente lo contrario a él: inteligente, educado, culto, agradable, con infinitas habilidades y una tenacidad y disciplina admirables a la hora de llevar adelante sus objetivos. Como si se tratara de una forma de justicia poética retroactiva, Kato ha dejado de ser el fiel ayudante para convertirse en el cerebro de todo. Y a partir de esto, se abren dos de las subtramas más interesantes de la película. Por un lado, El avispón verde muestra una inquietud acerca de la sociedad occidental con respecto a Oriente. Hace unos años, Ridley Scott dirigió un gran film, llamado Lluvia negra (1989), que lograba captar cierta perturbación frente a los valores cada vez más evidentes de Oriente y la decadencia de Occidente. Allá el héroe lograba reivindicarse, acá el camino, si bien es de comedia, se complica bastante. Mientras el joven heredero de un pasado de poder y valores entrega todo al desastre, la prepotencia, la estupidez y el descontrol; su compañero de aventuras es una máquina de acertar y obtener logros. Donde falla el joven americano, el japonés tiene una efectividad asombrosa. Una vuelta de tuerca que no terminó de convencer a la crítica americana. Aun más, el editor del diario que Ried hereda está interpretado por Edward James Olmos, el más latino de los actores latinos, y a lo largo de la trama demuestra que es él, y no Reid, el capacitado para llevar adelante la empresa. Latinos y orientales son capaces de cumplir con su trabajo de forma inteligente, profesional y honesta. Podríamos decir que Lenore, una periodista inteligente y culta, termina de completar el cuadro. Ried la subestima desde el comienzo por ser una mujer bella, pero finalmente ella demuestra saber mucho más que él sobre las noticias policiales y sobre la mente criminal que Ried necesita descubrir. Interesante relectura del rol del héroe que, se entiende, debe ser tratado con humor para no producir demasiado impacto en el espectador. Aunque el impacto se produce igual, pero sin lastimar sensibilidades.

Por otro lado, aparece aquí algo francamente revolucionario para el género. El avispón verde es una película en la que el villano no está en el centro del conflicto. De hecho, pasa por un costado y se cruza con los protagonistas sólo para complejizar lo ya analizado y sumarle aristas al conflicto entre compañeros y amigos. Lo mejor que tiene el villano es su incapacidad para entender la banalidad superficial del mundo que lo rodea, que le pide todo el tiempo un aggiornamiento, un estar a la moda. Todo es marketing. Produce ternura incluso ver ese conflicto en él, verlo fracasar en sus intentos de entender el mercado. El avispón verde no es una lucha del bien contra el mal. El conflicto es el de un joven impresentable que debe aprender a crecer y admitir sus serias limitaciones, y su amigo y compañero, que es claramente mejor que él, pero a la vez está abierto a compartir su amistad y buscar un camino juntos como héroes. ¿Film sin villanos? ¿Película sobre la amistad? ¿Lecciones de humildad para toda una generación? Claramente no son los temas más demagógicos del mundo, sin embargo, están muy bien planteados en esta película, una comedia de acción totalmente efectiva. Irreverente puesta al día del mundo de los héroes, original y complejo entretenimiento, todo eso es El avispón verde, una película que arriesga y consigue llegar más lejos que la mayoría.