El aro

Crítica de Javier Porta Fouz - La Nación

En 2016, Sadako vs. Kayako, de Kôji Shiraishi, cruzó las franquicias de The Ring y The Grudge, o sea La llamada/Ringu/El círculo/El aro/El grito yThe Grudge/Ju-on. Las dos apariciones/fantasmas/espectros/monstruos vengativos (o lo que fueran) frente a frente, con salvajismo, ritmo y delirio, y nosotros con la divertida sensación de que solo en ese modo bombástico podían captar nuestra atención. Pero... ahora, luego de dos décadas de secuelas y remakes, estamos ante una nueva entrega construida alrededor del personaje de Sadako (Samara, en la versión estadounidense) y en manos del director de las dos primeras Ringu, Hideo Nakata.

Al principio de El aro: capítulo final percibimos que aquí hay un realizador capaz de manejar los espacios y hasta alguna clase de suspenso sobrio, pero las cosas se estancan rápidamente ante las múltiples explicaciones que buscan revelar y vanamente conectar el origen (o la nueva multiplicación) del espectro japonés y global.

Sadako y Ringu fueron renovaciones escalofriantes para el género, pero este capítulo triste, solitario y final lleva el desgaste y el desgano como sellos, hasta llegar a un ¿cierre? (una serie de ¿cierres?) más bien risibles, mayormente adornados con gritos y una música que se empeña en imitar tenazmente "Campanas tubulares", de Mike Oldfield.