El árbol de la muralla

Crítica de Roger Koza - La Voz del Interior

Demasiada realidad

Serge Daney, el crítico de cine más lúcido de todos los tiempos, decía: "La memoria es como una flor de papel en el agua: no siempre está a flote". La flor flotante del sólido documental de Tomás Lipgot es Jack Fuchs, sobreviviente de un campo de concentración nazi que todavía vive y reside en nuestro país.
La metáfora elegida por Lipgot para nombrar a su personaje remite a un recuerdo del protagonista. Se trata de un árbol que nacía entre las paredes de Auschwitz o Dachau: en boca de Fuchs, pura inmanencia vital o poesía orgánica en rebelión contra el exterminio organizado. En efecto, Fuchs luce como un roble y, a diferencia de otros sobrevivientes, nunca dimite y sigue eligiendo la vida.
El procedimiento narrativo de Lipgot es tan austero como el que usa para establecer la universalidad del caso: una entrevista informal, algunas apariciones de amigos, familiares y especialistas de la salud, material de archivo (clases en universidades, programas de televisión y un registro de video del propio Fuchs al regresar a Lodz, su ciudad natal), tres o cuatro secuencias animadas y algunos planos generales, discretos pero precisos, sobre el campo de concentración en el que Fuchs pasó parte de su vida y vio morir a su padre y sus hermanos.
El testimonio oral es fundamental porque quien habla ha vivido lo que cuenta; se trata de una conjura verbal del olvido frente a una experiencia colectiva que, a pesar de haber sido representada una y otra vez, se resiste a la simbolización y a una justa representación. Fuchs insiste una y otra vez sobre lo irreal e ilógico de aquel momento, y alguien dirá que fue "demasiada realidad".
De ahí el imperativo constante en todos los sobrevivientes de hablar y escribir. Un plano sobre la repisa de la casa de Fuchs permite ver no sólo Tiempo de recordar y Dilemas de la memoria, dos libros del propio Fuchs, sino otros clásicos de la materia como El hombre doliente de Viktor Frankl y Los hundidos y los salvados de Primo Levi. La insistencia en la palabra escrita es un indicativo de algo impensable, y por tanto innombrable. "Dios dijo que sea la luz... Y se hizo la luz. Quiere decir que primero vino la palabra. Pero en la Shoah no vino primero la palabra. Fue de hecho. Y después se preguntó qué fue", dice Fuchs en el preámbulo del filme.
"Cada persona que escucha un testimonio de la Shoah se convierte en un testigo", afirma Fuchs citando al poeta Elie Wiesel. El filme de Lipgot amablemente nos convierte en testigos y cómplices de la dignidad humana.