El apego

Crítica de Maximiliano Curcio - Revista Cultural Siete Artes

Filmada en blanco y negro, ambientada en la Argentina de los ’70, “El Apego” nos presenta un relato que desborda oscuridad. Una joven recurre a una clínica de abortos clandestinos. La doctora que la atiende encuentra motivos para negarse a asistirla, sin embargo, le ofrece una solución alternativa. El posterior desarrollo del vínculo nos sorprenderá, develando perturbadoras personalidades de ambas protagonistas, en la piel de las acertadísimas Lola Berthet y Jimena Anganuzzi. Dosis de peligro, misterio e intensidad surcan las finas capas narrativas de un film que se revela ante nuestra atenta mirada como una trepidante sucesión de atracciones relacionadas entre sí, generando un entorno narrativo viciado. Explora el drama sexual que se desata entre ambas protagonistas, echando a andar un perverso mecanismo de horror. Con precisas intenciones, el realizador Javier Diment (“El Eslabón Podrido”) busca construir situaciones de inquietante intimidad. Atrapante, su alucinada puesta de cámara genera una atmósfera densa y extrañada. Un enfoque psicológico caracteriza a este denominado melodrama criminal, no menos evidente que su intenso nivel de erotismo. Una rara avis dentro de nuestro medio. Los extremos acaban por rozarse, a medida que nos adentramos en este volcánico, brutal e incorrecto juego de poder. Con habilidad, Diment tergiversa el verosímil de lo esperado. Las referencias góticas nos recuerdan a una joya de culto como “Morgiana”, emblema polaco del thriller psicológico setentista. La máscara en su máxima expresión responde al impulso obedecido: un dúo de actrices con bendecido talento participa de este festín audiovisual. La opacidad del relato nos hace percibir su tendencia rupturista. Celebremos al cine en su estado más perturbador y puro.