El Ángel

Crítica de Emiliano Fernández - Metacultura

Violencia y libertad

El Ángel (2018) supone por un lado la reconversión definitiva del realizador y guionista Luis Ortega al mainstream, luego de un largo derrotero en el indie y recientemente la televisión con Historia de un Clan y El Marginal, y por el otro la primera ficcionalización del raid criminal de Carlos Robledo Puch, uno de los delincuentes más notorios de la Argentina y el preso con más años en el sistema penitenciario de nuestro país. La película funciona a la par como un retrato de época, léase fines de la década del 60 y comienzos de los 70, y como una suerte de exaltación de los criminales en general -y no sólo de Puch en particular- en tanto representación de un anarquismo libertario que no acepta las pautas y esquemas de la sociedad castradora de siempre, ya que en pos de satisfacer su ego vulnera cada uno de los pequeños baluartes del “sentido común” y de la comunidad que lo originó.

Ortega reconstruye la andanada de robos y asesinatos del protagonista pero curiosamente decide dejar de lado las violaciones a puro conservadurismo formal/ ideológico/ comercial, algo que asimismo pretende maquillar vía su innegable simpatía hacia el homicida y un planteo que corre de la mano de la hipótesis acerca de la conexión entre su homosexualidad y su supuesta fascinación con su cómplice Jorge Ibáñez: más preocupado por moldear una estampa de antihéroe vagamente contracultural, a la vez producto y superación de aquel convulsionado período que daría vida al Proceso de Reorganización Nacional o nazismo versión autóctona, que en respetar los hechos y obedecer a su crudeza, el cineasta opta por erigir una figura mucho más romántica que la real en función de los engranajes más clásicos del film noir y algún que otro detalle que subraya su pasado freak e independiente.

La movida es definitivamente polémica si uno tiene presente el cruento derrotero de Puch, no obstante hay que reconocer que Ortega sale bien parado porque logra redondear una propuesta impecable a nivel de la dirección de arte y bastante atractiva en materia de la narración en sí, constantemente jugando con el lirismo subyacente a la violencia y la represión sexual del por entonces muchacho aunque quedándose un poco corto en lo que atañe a la verdadera visceralidad explícita/ implícita (de todos modos, este es un problema general del mainstream contemporáneo, el cual se muestra de lo más remilgado y chato en temáticas como la marginación, el sexo y el dolor de consecuencias concretas). Aquí en especial sobresale el trabajo del debutante Lorenzo Ferro encarnando con carisma y gran osadía al protagonista, un burgués de Vicente López que de la cleptomanía salta al sadismo.

El resto del elenco sabe acompañar e incluye al Chino Darín, Daniel Fanego, Mercedes Morán, Luis Gnecco y Cecilia Roth, todos funcionales a un relato que retrata el armado de una banda criminal símil western pero sin ofrecer demasiadas precisiones sobre el trasfondo psicológico de turno más allá del homoerotismo ya señalado, circunstancia que traiciona el contexto verídico y en simultáneo conserva el misterio alrededor de semejante personaje, una paradoja tendiente a reafirmar las contradicciones del arte y la cultura en general y la misma riqueza y limitaciones de cada postura/ perspectiva adoptada. A pesar de que el trabajo en esencia es un exploitation de El Clan (2015) de Pablo Trapero, Ortega consigue imponerle su dejo lúdico y algo naif al proyecto a través de detalles contemplativos y sutiles -sustentados en su mayoría en la excelente banda sonora- que traen a colación la apología para con un señor que continúa preso sólo a raíz de la hipocresía de la sociedad argentina y el sistema judicial, ya que así como cualquier cumplimiento efectivo de pena por los mismos hechos ronda los 25 o 30 años, el hombre debería haber salido hace un par de décadas del presidio: entre unos medios de comunicación amarillistas, su fama de “nene bien” volcado a la vida criminal y esas cárceles/ campos de concentración que no reforman a nadie, la historia daba para más y reclamaba no poner punto final en su arresto de 1972, incluso así la película cumple bastante bien para el nivel del cine de género de hoy en día…