El Ángel

Crítica de Denise Pieniazek - Metacultura

El baile de la muerte

Ha llegado el estreno de una de las películas nacionales más esperadas del año, El Ángel (2018), inspirada en la vida del criminal Carlos Robledo Puch. Desde El Clan (2015), de Pablo Trapero, y la serie televisiva Historia de un Clan (2015), de los mismos realizadores de El Ángel, ha reflotado el gusto del público por el género policial. No es casual que la productora K&S Films (Kramer y Sigman) haya producido ambos largometrajes.

Para quiénes no conocen los delitos de Puch, fue condenado por diez homicidios calificados, un homicidio simple, una tentativa de homicidio, más de quince robos, cómplice de una violación, tentativa de violación, abuso deshonesto y dos raptos. Delitos que han permitido, debido a su rostro de niño, que la prensa de la época lo llame “El ángel negro” o “El ángel de la muerte”. Sabiendo esto, es posible analizar el film desde dos puntos de vista, uno que interprete la realización de la película reconociendo todos estos delitos apegándonos a los hechos reales o leer el film como una versión libre que realiza un gran recorte y se aleja de lo sucedido en los 70.

Desde el primer enfoque, lo primero que se puede cuestionar a su realizador Luis Ortega es el recorte que hace de los hechos; es una decisión ideológica y, por ende, un punto de vista el dejar fuera del relato todos los episodios que vinculan a Puch a delitos de abuso sexual. Por supuesto que en un film, incluso en un documental, siempre hay un punto de vista y por ende una selección, pero lo que aquí se cuestiona es dejar de lado, sin siquiera mencionarlos en el relato, delitos cuya moralidad es totalmente condenable. Sobre todo en los tiempos que corren donde hay una ampliación o intentos de ampliación de los derechos de la mujer: no mencionar estos delitos, de ninguna de las múltiples formas que permite el lenguaje cinematográfico, es sin dudas polémico.

A partir de la segunda perspectiva de análisis, el enfoque que se realiza del antihéroe en cuestión equivale a un retrato idealizado de un criminal. El personaje de “Carlitos” representado en El Ángel es un joven ambicioso e inescrupuloso que se opone a las leyes y las normas canónicas de la sociedad en la que vive. Un adolescente que no cree en la propiedad privada, el esfuerzo y el trabajo, sino un joven que cree en el enriquecimiento veloz y “sencillo” a través del robo y el asesinato. A través del recurso de la narración desde el punto de vista de Carlos, por momentos se enaltece lo que él entiende por libertad, aunque también se le realiza una leve crítica si se retoma la estructura clásica del camino del héroe, así su soberbia lo lleva a cometer “errores”. Constantemente se representa a Carlitos como el menos medido de los delincuentes, como el más excesivo e improvisado de los mismos. Desde los tres jóvenes ladrones, Carlos (Lorenzo Ferro), Ramón (Chino Darín) y su segundo secuaz Miguel (Peter Lanzani), hay una representación de una nueva generación de jóvenes que desean el enriquecimiento rápido y sin esfuerzo. Según Ramón (nombre y personaje que homenajean con humor al padre del realizador, “Palito” Ortega), “el mundo es de los ladrones y de los artistas”.

Desde ambos puntos de vista, lo más hermenéuticamente llamativo y rechazable del relato es que las víctimas parecen no tener importancia en el mismo, a diferencia del cine de Martin Scorsese, quien a pesar de generar la empatía del espectador con los criminales nunca se olvida de las víctimas. Ortega también intenta generar la empatía del público con el protagonista a través de la cercanía de la narración en primera persona, sin embargo no lo logra en su totalidad.

En contraposición, un elemento interesante del film es el vínculo sentimental entre Ramón y Carlos, el cual abre lecturas contrahegemónicas sobre la sexualidad de ambos. En este sentido, realiza una fuerte crítica a la prensa de la época que lo llamó “invertido” como si la sexualidad que difiere de la norma tuviese para ellos una asociación directa a la criminalidad o podría ser una causa de la misma. Este es otro aspecto interesante de la película, ¿cuál es el origen del ímpetu criminal de Carlos? Pues éste se desconoce, toda su actitud sale de la norma y de lo explicable.

En cuanto a lo formal y estético, El Ángel se destaca por su ambientación de época, la caracterización de los personajes y la acertada musicalización, que es sin dudas un personaje más dentro del film. El Ángel posee una estructura circular, puesto que abre y clausura con un baile del joven al ritmo de El Extraño de Pelo Largo (cuya letra tiene una relación directa con la personalidad del joven en cuestión), en el cual se destacan la espontaneidad, la irreverencia y el talento del debutante Lorenzo Ferro, dejándonos con expectativas sobre su futuro actoral.

Es notable el nivel parejo de interpretación que poseen todos los actores: todos resultan verosímiles en la composición de sus personajes y en buena medida sobresale Mercedes Morán desempeñando un personaje moralmente distinto a los papeles de mujer burguesa “buena” que suele representar en la mayoría de las ocasiones.

En conclusión, estamos ante un film entretenido e intrigante, con elecciones polémicas de enunciación pero que aun así abre la puerta a la interpretación de los espectadores, lo cual siempre es positivo aunque hoy resulte cuestionable.