El amor menos pensado

Crítica de Santiago García - Leer Cine

CASADOS Y DESCASADOS.

El cine romántico como género es bastante amplio y sus reglas también lo son. Hay comedias románticas, melodramas románticos, hasta películas románticas de acción. No hay obligación alguna de respetar esas reglas pero el precio por traicionarlas, en particular en las comedias románticas, es alto. Una comedia romántica con un final no esperado tiene muy pocas posibilidades de caerle bien al público. El cine argentino no es una excepción al género y desde sus comienzos ha explorado las historias de amor, en un comienzo mirando a Hollywood, luego espiando al cine europeo. Muchas grandes películas argentinas tienen, a pesar de eso, un estilo propio local, como las películas de Manuel Romero o Carlos Schlieper, para citar a nuestros mejores dos directores. Pero con la caída de los estudios y el cambio de paradigma, el cine argentino retrocedió en el género. ¿En qué sentido? En varios. En primer lugar las películas dejaron de ser divertidas, graciosas e incluso perdieron en emoción. Pero otra cosa más se perdió en el camino: la idea de la pareja protagónica. Muchas historias románticas tuvieron al protagonista masculino como presencia principal y la mujer de la pareja ocupaba un rol secundario. Lo que en la Edad de oro funcionaba perfecto, en las décadas posteriores dejó de hacerse. No es necesario aclarar que una historia de amor donde las dos partes ocupan roles desparejos pierde mucho de su gracia básica. No está prohibido ni es malo en sí mismo, tan solo deja de ser comedia romántica, se va del género. La primera buena noticia de El amor menos pensado, la comedia romántica con Ricardo Darín y Mercedes Morán, es que corrige ese error recurrente del cine argentino y le otorga a ambos el mismo peso en la historia, la misma complejidad a los dos personajes. La misma madurez, inteligencia, sentido del humor, el mismo peso en la pantalla y el guión. No son pocas las películas argentinas que al romper este equilibrio perdían todo su encanto. Esto solo no alcanza, tan solo es la prueba de que estamos frente a un director y guionista que sabe lo que está haciendo. Todo lo que sigue, es la confirmación de esto.

Aunque la película, como ya dije, pertenece a un género y como tal tiene sus reglas, invito al lector que no quiera saber nada de la trama que deje aquí de leer, aunque no contaré nada, algunos detalles del análisis pueden terminar siendo una forma de contar la película. Están avisados.

El amor menos pensado tiene elementos de comedia y de drama, aunque el peso final yo considero es comedia y no hay nada terrible o significativamente dramático como para que se salga del género comedia romántica. Pero más específicamente pertenece al género que el gran teórico Stanley Cavell llamó comedia de rematrimonio en ese libro imprescindible llamado La búsqueda de la felicidad: La comedia de enredo matrimonial en Hollywood . Como en aquellas comedias de la década del treinta y del cuarenta en Hollywood (y sus equivalentes argentinos, que Cavell nunca conoció) la pareja está destinada a terminar unida, aunque en el camino ambos deban aprender algo, haciendo por separado cada uno un camino interior. Habrá terceros en discordia, pero serán pasajeros. Los protagonistas forman una nueva pareja. Una nueva pareja conformada por ellos dos, pero en una nueva etapa de sus vidas. Esta renovación de los votos de pareja, estén casados o no, es la clave de este tipo de comedias románticas. Como decía ese otro cineasta romántico llamado Wong Kar-wai, estos films a los que El amor menos pensado se suma, saben que el amor es una cuestión de timing, y que la separación es para lograr que se vuelva a restaurar el desfasaje entre ambos.

Ahora yendo a lo superficial pero no menos importante: la comedia funciona. Tiene momentos para reírse a carcajadas, directamente, con una gran cantidad de personajes secundarios que pocas veces en el cine argentino han logrado estar tan perfectos como acá. No solo es mérito de los actores, sino del guión y del director, sin duda logró que todos tengan el tono, que todos resulten disparatados y humanos a la vez. Hasta el más demente tiene su mundo y se hace querer. Ni hablar de los dos personajes que tienen que ser las nuevas parejas de los protagonistas. Sin duda ahí es donde la película finalmente termina de sumarse a la mejor tradición del cine clásico. No son malos, no son miserables, no son horribles, simplemente no son la persona adecuada para ellos. Esa grandeza de no atacar personajes, esa lucidez de mostrar que simplemente las cosas no siempre funcionan, es lo que le da a El amor menos pensado una nobleza definitivamente poco habitual en el cine argentino de las últimas décadas. Así es como la historia se gana su final, así es como nos hace reír y también termina emocionándonos. Es muy probable que estemos frente al mayor éxito de taquilla del cine argentino de este año, pero también frente a uno que no subestima al espectador ni se aprovecha de bajezas para lograr su cometido. La vieja y siempre querida comedia de rematrimonio.