El amor menos pensado

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

No es una película “de género”, pero El amor menos pensado va a generar muchísimo. Es una comedia romántica dramática sobre una pareja que se ama, se deja de amar y vaya a saber si vuelve a hacerlo. Al estilo de El mismo amor, la misma lluvia, de Juan José Campanella, el director al que Juan Vera, realizador de este chispeante filme, asistió como productor en varias de sus propuestas.

Marcos (Ricardo Darín) y Ana (Mercedes Morán) conforman un matrimonio que lleva 25 años juntos. Su hijo se va a estudiar a España, y sea el nido vacío o el vacío que venían abriendo casi imperceptiblemente, ambos se dan cuenta en una charla más o menos espontánea que no tienen nada en común que los sostenga como pareja. No es que se peleen, o se lleven mal. Sencillamente la pasión habría comenzado a extinguirse, no saben cómo reaccionar ante ese agujero y deciden separarse.

A partir de allí, cuando transcurrieron 40 de los 136 minutos que dura la película, el guión coescrito por el director y Daniel Cúparo (ya habían redactado el de Igualita a mí y Dos + dos) toma a los protagonistas en su “soltería”. Ambos son profesionales (él, profesor; ella trabaja en una empresa de marketing) y con más comedia que drama el filme los toma en sus desventuras amorosas. Sea por Tinder, Facebook o Instagram, las relaciones que van teniendo serán más o menos pintorescas (la de él con el personaje de Andrea Politti es quizá la más efectiva en el sentido humorístico).

Es que Vera demuestra tener un muy buen timing, como Campanella, para dosificar humor y ternura en las situaciones que plantea. Y más allá de un rigor en lo estilístico -la película se ve, se luce muy bien- ese punch en los diálogos es un mérito que no es muy habitual en este tipo de cine en la Argentina.

Construida, entonces, sobre un libro potente, eficaz, y logradas actuaciones, El amor menos pensado (que abrirá San Sebastián) trata sobre la pareja, la convivencia, la necesidad de sentirse acompañado, el amor y los amigos. Porque, como bien indica el manual de la buena comedia americana, los personajes secundarios están allí como soporte de los protagonistas, y habrá quienes se ganen más rápido la empatía del espectador (la pareja amiga que integran Luis Rubio -una revelación- y Claudia Fontán). Pero hay muchos, muchísimos roles de reparto encarnados por muy buenos actores. Andrea Pietra y Jean Pierre Noher son sólo dos.

El debut de Juan Vera en la realización muestra que es un hombre que desde la producción y el guión entiende el llamado cine mainstream como pocos. Y es evidente que sería un desperdicio que no volviera a la dirección. Al margen, la cantidad de guiños que Vera pone aquí y allá son para entendidos o cinéfilos -en la fiesta de cumpleaños, por ejemplo; en las fotos; en la mención de apellidos-.

Mercedes Morán está mucho más luminosa que en El Angel, y en un registro completamente distinto a varias de las películas en las que la veremos en breve, demostrando que tiene, también, un don para la comedia. Y Darín se luce en un rol casi bordado a su medida, que le da esa posibilidad de emocionar y hacer reír como hasta ahora tal vez sólo le había permitido Campanella.