El ambulante

Crítica de Diego Maté - Cinemarama

Bajo la simpatía y el buen humor que recubren El ambulante palpita una gesta épica, la del cine más independiente ajeno a los plazos e imposiciones de las producciones tradicionales, fundado sobre una matriz fuertemente comunitaria y con una voluntad de observarlo todo: la ficción, los géneros, la vida íntima de un pueblo, la realidad. Daniel Burmeister, que viaja por el interior recalando en diferentes pueblos, por lo general marginales y casi desconocidos, pide comida y alojamiento a cambio de hacer una película, siempre sobre, con y para el pueblo. El carácter de atracción móvil, casi de feriante, de Burmeister y su cine ambulante, hace pensar en una vuelta a los primeros años de existencia del cinematógrafo, cuando éste era un divertimento viajero cuya circulación social no se diferenciaba de la de un circo. Pero esa vuelta es, al menos en términos cinematográficos, imposible, porque Burmeister es un espectador evidentemente avezado en los códigos narrativos de los géneros y el cine en general. Por más frescas e improvisadas que parezcan, si hay algo que sus películas no son es, justamente, inocentes. Tampoco el trabajo de Burmeister es tan poco profesional como parece, ya que a medida que la filmación en el pueblo de Gould se acerca a su fin, el documental del trío Marcheggiano, de la Serna y Yurcovich lo va mostrando cada vez más como un realizador con una visión cinematográfica de largo alcance (esto se cristaliza sobre todo en la escena de la edición, donde los comentarios de Burmeister podrían confundirse tranquilamente con los de cualquier director o montajista “profesional”). Más allá de la línea humorística que propone la película, que arranca tímida para luego volverse cada vez más explosiva, o del interesantísimo contacto que se genera entre Burmeister y la gente y las instituciones de Gould, el punto fuerte de El ambulante, su verdadero centro, es el cambio operado en el personaje, la nueva luz con la que se lo exhibe a la par que avanza el relato, a medida que el personaje pasa de ser bastante tarambana a convertirse en un director con una visión del mundo sólida y coherente, como los más grandes.