El 5 de Talleres

Crítica de Rodrigo Chavero - El Espectador Avezado

Segundo opus de Adrián Binez luego de "Gigante" (filmada en el país en el cual vivió diez años, Uruguay) y esta vez, la apuesta está relacionada con el mundo del fútbol. Pero no es que "El 5 de Talleres" gire exclusivamente sobre el deporte, no.
Hay aquí una marcada intención por hablar sobre las crisis de identidad que sufren los sujetos en sus diferentes etapas de la vida. El "Patón" Bonassiolle (Esteban Lamothe), laborioso caudillo de Talleres de Remedios de Escalada es quizás la excusa para preguntarnos cómo reaccionamos frente a los finales y cuáles son nuestras estrategias para seguir adelante, sin caernos ni abandonar la lucha cuando una etapa de nuestra existencia termina.
A los 35 años, en el mundo del deporte de alta competencia (más allá de que Talleres sea un club del ascenso), ya las piernas no responden como antes. Casado (con Julieta Zylberberg, su compañera también en la vida real) y sin hijos, el Patón debe realizar dos procesos para llevar adelante su nueva vida: aceptar su despedida como un acto necesario y planificar el día después, entendiendo que no está salvado económicamente y durante los últimos 15 años sólo se dedicó a la redonda, día y noche.
Binez caracteriza este momento de un hombre cerrando un capítulo de su vida, con bastante acierto. El Patón es un tipo básico, honesto y con un mundo pequeño. Algunos amigos, el club, su mujer, sus viejos, la vida suburbana y no mucho más. Su esposa entiende que la situación se complicará económicamente y anticipa que habrá que ver cómo su marido encara ese dejar de pertenecer a un universo donde domina sus códigos sin complicaciones.
Zylberberg y Lamothe muestran su capacidad para componer una pareja en transformación y la pantalla desborda de su química. El conflicto central es colorido, hay un marco interesante para el observador neutral (el vestuario, los partidos, las discusiones pre y post encuentros) aunque la historia me parece un poco extensa para el conflicto presentado.
El guión no abunda en palabras (el Patón tiene un lenguaje corporal que prima sobre sus dichos) y si bien la atmósfera está lograda (sino vean al técnico del equipo en cualquiera de las charlas técnicas), "El 5 de Talleres" como producto cumple aunque no nos deja la impresión de haber ido al límite en cada cruce. O sea, faltó despliegue. Pero la nobleza y la entrega del producto es algo que el público reconoce al final.
Lograda, de a ratos tierna y muy nuestra, este segundo film de Biniez permite conocer a un director con buena pegada y condiciones, quien necesite quizás un poco más de experiencia (el tiempo ayuda) para convertirse en un estratega de fuste. Es un creativo a tener en cuenta (lo cual es bueno en época de poca imaginación en el juego no?).