Drift

Crítica de Diego Batlle - La Nación

Josefina y Theresa pasan un fin de semana juntas frente al mar en pleno invierno. No se sabe si son amigas, hermanas o amantes, pero se adivina una inminente despedida, ya que la primera regresará a la Argentina. Sin embargo, lo que en principio surge como la sencilla y melancólica historia de un adiós en medio de la nieve se convertirá pocos minutos después en algo completamente distinto: esta ópera prima de la alemana Helena Wittmann -que pasó por prestigiosos festivales como los de Venecia y Rotterdam- se transformará en un trabajo decididamente experimental.

Más allá de algunas cuestiones ligadas a mitos y leyendas (Theresa se obsesiona por una historia sobre la relación entre un cocodrilo y quien termina cazándolo en Papúa Nueva Guinea, mientras que Josefina le cuenta la de la criatura que supuestamente habita en las profundidades del lago Nahuel Huapi en la zona de Bariloche), el corazón del relato tiene que ver con el magnetismo del mar. Theresa se embarca para cruzar el Atlántico y desde el navío seremos testigos de largas y subyugantes imágenes del océano -en la línea de Dead Slow Ahead, de Mario Herce; o Leviathan, de Lucien Castaing-Taylor y Véréna Paravel- que se convertirán en el eje de esta sinfonía fílmica. Si bien sobre el final habrá una suerte de reencuentro entre las dos protagonistas, no es Drift de esas propuestas destinadas a espectadores que buscan un cine narrativo. En cambio, para quienes gustan de búsquedas más contemplativas, más ligada a lo lírico y lo sensorial, este primer largometraje de Wittmann surge como una experiencia valiosa y recomendable.