Downton Abbey

Crítica de Martín Chiavarino - Metacultura

La mirada aristocrática

Downton Abbey (2010-2015), la serie escrita y dirigida por Julian Fellowes, tuvo seis temporadas marcadas por un gran éxito de audiencia y críticas muy favorables. La historia se sitúa en el condado de Yorkshire al noreste de Inglaterra durante los años 1912 y 1926 y narra las vicisitudes de una familia aristocrática lejos de las intrigas de Londres, sin acceso al trono, y su relación con sus sirvientes y el resto del pueblo. La serie contaba con excelentes actuaciones, una dirección clasicista acorde con el tono narrativo y una música circunspecta -con un leitmotiv de piano bien marcado- compuesta por John Lunn.

El film de Downton Abbey cuenta con los mismos actores, la misma música y todos los condimentos de la serie y puede ser considerado una continuación directa de la misma, como un capítulo extenso o doble. La película narra los preparativos y la visita de los reyes de Gran Bretaña a la mansión castillo de la familia Crawley, y las expectativas que ello desata en el clan, la servidumbre y el pueblo. El viaje real por Gran Bretaña despierta los más diversos conflictos entre la servidumbre monárquica y sus cocineros y el personal de Downton Abbey. Al igual que la serie el film hace hincapié en las diferencias políticas e ideológicas de los personajes y menciona acontecimientos históricos relevantes y su repercusión en la aristocracia como las huelgas o la misma visita real.

Tanto la serie como la película pueden ser rastreadas en opus como Lo que Queda del Día (The Remains of the Day), la obra maestra de Kazuo Ishiguro, ganador del Premio Nobel de Literatura en 2017, una novela de gran éxito mundial publicada en inglés en 1989 y llevada al cine por James Ivory en 1993, y El Sirviente (The Servant, 1963), el film de Joseph Losey escrito por Harold Pinter, basado en la novela homónima de Robin Mauhgam.

Bucólica y por momentos demasiado idílica, la serie y la película tienen una dinámica muy particular basada en el acoplamiento de la narración a acontecimientos históricos como la Primera Guerra Mundial, la Batalla del Somme, ocurrida en esa misma contienda, la gripe española, el hundimiento del Titanic, los conflictos independentistas con Irlanda y la inmigración aristocrática rusa tras la Revolución de Octubre de 1917, entre algunos de los eventos más importantes sobre los que se basa el relato de Fellowes. El film no es ajeno a algunos de estos acontecimientos, y particularmente hay muchas referencias a los conflictos sociales que abundaban en la época. A pesar de su carácter bucólico, el film, al igual que la serie, cuestiona a la aristocracia, a la monarquía y a la sociedad desde un lugar reformista, realizando críticas acerca del lugar de la nobleza en la sociedad inglesa, la homosexualidad, la igualdad social y los derechos de la mujer. En la película surgen diversas cuestiones políticas que son trabajadas tanto a nivel de la historia como en los diálogos. La homosexualidad, prohibida en Gran Bretaña en esa época y hasta no hace tanto, tiene un lugar preponderante en el relato a través de la historia del mayordomo del castillo, Thomas Barrow (Robert James-Collier), que inicia una relación con un hombre del personal real.

Al igual que en la serie, las frases incisivas de Maggie Smith, que interpreta a Violet Crawley, la madre del Conde de Grantham, Robert Crawley (Hugh Bonneville), un hombre afable y contradictorio con sus atributos y sus defectos, opacan a todo el resto de los personajes, se roban las risas y son parte de la magia de Downton Abbey, un relato tradicional que tiene como corolario el derrotero y los cambios en la aristocracia inglesa a través de las distintas generaciones y la interpretación de su rol social durante el Siglo XX.

En la película Fellowes intenta comprimir todo el combo de Downton Abbey en dos horas y lo logra, ofreciendo un lugar a todos los personajes, incluso a la perra labradora, Isis, para construir un relato coral que es sutilmente crítico del statu quo a pesar de a veces ser complaciente con la aristocracia y la realeza. El film recupera el tono tradicionalista inglés pero criticándolo en sus falencias y promoviendo una sociedad más justa. Cada personaje ocupa un lugar en este entramado social planteando una cuestión distinta que promueve la comprensión más que el conflicto.

Melodramática, romántica y divertida, Downton Abbey es un producto típicamente inglés sobre su historia, una visión muy idealizada de la misma, por supuesto, cuya némesis podría ser la serie Peaky Blinders (2013-2019), pero que contiene diversos puntos de vista y aunque ofrece un juicio sobre lo que está bien y lo que está mal, provee argumentos a todos sus personajes, incluso a los que algunos protagonistas consideran los más insidiosos.

El interés por Downton Abbey tiene varios puntos. Uno de ellos es la espectacularidad del Castillo Highclere, en la región de Hampshire, en el sur en Inglaterra, una obra construida en el Siglo XIX con un estilo renacentista, hoy lugar de visita obligada para los acólitos de la serie. Las extraordinarias actuaciones también marcan un punto muy alto al igual que el guión, del que se destacan los sarcásticos diálogos aristocráticos ingleses, llenos de ambages y ocurrentes respuestas. La dirección de Michael Engler también es muy buena, combinando tomas del interior del castillo con los planos de los protagonistas, que hacen gala de sus estupendos vestidos y de los modismos de aquel tiempo. Downton Abbey es así un gran producto de época, muy sólido y cuidado en todos sus detalles, que trabaja muy bien la historia del Siglo XX y la nostalgia inglesa para con etapas más simples, con mayor cohesión social y aquiescencia sobre el rol de una aristocracia y una realeza sin ningún sentido, sólo comprensible para la idiosincrasia británica.