Dovlatov

Crítica de Mex Faliero - Fancinema

EL ABSURDO TAN TEMIDO

Dovlatov tiene todos los componentes habituales de los biopics, incluyendo esas explicaciones típicas que aparecen antes de los créditos y que nos completan aquello que la película no cuenta, pero que por suerte sabe tomar distancia de ese subgénero demasiado administrativo. El film del ruso Aleksey German en primera instancia se limita a contar seis días en la vida del escritor Sergei Dovlatov, cuando los sesentas se terminan y los setentas no parecen ofrecer un panorama demasiado prometedor para los intelectuales que se encuentran prohibidos por el régimen soviético. Ese acotamiento temporal, que no da crédito de eventos demasiado destacados, es todo aquello de lo que las biografías cinematográficas parecen escapar, pero que aquí sirve para explicitar el entorno burocrático por el que el escritor se mueve, condenado a tareas ingratas como la de cronista de medios para nada ilustres.

Como en El arca rusa, del coterráneo Alexander Sokurov, la cámara de German se mueve en largos planos que recorren espacios cerrados o abiertos, por donde Dovlatov -el personaje- transita e influye con su presencia. Sin embargo, lejos del historicismo museístico de aquel, lo que luce aquí es el aporte mordaz, irónico, de la mirada del escritor. La historia cuenta que Dovlatov, impedido de publicar por su escasa sumisión a celebrar al estado soviético, finalmente se radicó en Estados Unidos y que murió en los años 90’s, antes de que su obra literaria se consagre y se vuelva indispensable. Lo que la película muestra es precisamente ese vagar casi kafkiano del personaje, ante de decidirse a irse de su país, entre episodios que marcan el absurdo de las instituciones oficiales y el agotamiento existencialista de intelectuales que se veían incapacitados de llevar adelante su tarea.

Si Dovlatov merece ser vista es porque German, más allá del academicismo de algunos de sus pasajes en los que se impone la forma de manera asfixiante, le otorga a sus criaturas mucho humor para despejar cualquier dejo de solemnidad. Sin ser una comedia, la película abreva reiteradamente en la ironía y la sátira, especialmente en esos cuerpos humanos que se movilizan alrededor del protagonista y que forman un coro de fondo, muy ruidoso, que le quita razón al pensamiento. Incluso se podría decir que hay algo woodyallenesco en la forma en que la película registra esos círculos intelectuales y el pasear casi voyeurístico del protagonista: “soy un observador”, se define un par de veces el mismo Dovlatov. Mirar y connotar el absurdo, el mejor antídoto contra los totalitarismos.