Dos días, una noche

Crítica de Matías Orta - A Sala Llena

Si se trata de dramas realistas, intensos, perturbadores, pero siempre muy humanos, imposible eludir a los hermanos Jean-Pierre y Luc Dardenne. Oriundos de Bélgica, consiguieron la Palma de Oro en Cannes, primero con Rosetta y más tarde gracias a El Niño.

Dos Días, una Noche se centra en Sandra (Marion Cotillard), una empleada que, tras un tiempo de licencia, quiere volver al trabajo. Pero descubre que ya no es prioridad para sus jefes. De hecho, le comunican al resto de los empleados que, para que ella pueda conservar su puesto, deberán renunciar a una prima de 1.000 euros.

La acostumbrada cámara inquieta de los Dardenne acompaña a Sandra en su lucha por mantener el trabajo y su relación con los compañeros, quienes de pronto están envueltos en un dilema moral. Y Sandra no tendría cuerpo y alma si no fuera por otra enorme labor de Marion Cotillard, capaz de trasmitir vulnerabilidad y fuerza; un ser que, pese a sus tormentos, sale a luchar como una leona.

Sin estar a la altura de las mencionadas Rosetta, El Niño y otras de sus gemas, los Dardenne vuelven a lograr en Dos Días, una Noche otra película que pone a prueba al espectador y lo deja pensando y discutiendo.