Desterro

Crítica de Rodrigo Seijas - Funcinema

DEMASIADA DISTANCIA

Antes de que arranque su historia, Desterro presenta un cartel con un texto cuando menos llamativo: allí se agradecen las políticas culturales llevadas a cabo en Brasil entre el 2003 y el 2016, y se asevera que la película pudo concretarse gracias a ellas. El texto llama la atención no solo por las circunstancias particulares del film (que es en verdad una coproducción brasileño-argentina, estrenada recién en el 2020), sino también por el tono: es casi un exabrupto ideológico, que nos hace pensar que la realizadora va a poner en primera instancia el contenido/mensaje antes que las formas. Sin embargo, los problemas de la película de María Clara Escobar van por otro lado.

El relato -y su conflicto- se van construyendo de forma fragmentaria, centrándose en la rutina de una familia donde los rituales se repiten, todo parece calmo y, al mismo tiempo, se perciben tensiones no procesadas del todo. Hasta que todo estalla, pero de forma particular y elusiva: Laura, la madre y esposa, emprende un viaje sin retorno y desaparece sin dejar rastro ni explicaciones que justifiquen sus acciones. Si ya el desconcierto en la familia era grande, se potencia cuando a Israel, el marido, le llegan noticias de que Laura ha fallecido y que su cuerpo fue hallado en la Argentina. A partir de ahí, emprende un viaje donde intentará averiguar qué sucedió, mientras lidia con el dolor por la pérdida.

Si la falta de respuestas domina la trama de Desterro, la puesta en escena de Escobar potencia esto desde su puesta en escena, pero de forma negativa: la fragmentación y el distanciamiento, más el tono monocorde de las actuaciones, llevan a que todo sea cada vez más críptico, quebrando toda posible empatía. El film parece más preocupado por diseñar una estética muy propia del cine festivalero que por generar los mecanismos apropiados para que el espectador pueda conectar con los conflictos. Se puede intuir que Escobar procura explorar las insatisfacciones de la clase media burguesa brasileña y el malestar que muchas veces ronda las estructuras familiares aparentemente consolidadas. Lo mismo puede decirse de la necesidad insatisfecha de respuestas frente a las ausencias temporarias o definitivas. Pero son apenas lecturas superficiales que pueden extraerse con un análisis casi clínico, no por las atmósferas o las decisiones de los protagonistas.

De ahí que Desterro sea un film que es pura cáscara estética y narrativa, aunque tenga muy poco para ofrecer en cuanto agota sus herramientas técnicas. Si las remarcaciones ideológicas amenazaban con ser el problema central, lo que se termina imponiendo como obstáculo -realmente insalvable- es la frialdad que invade su relato.