Desobediencia

Crítica de Mex Faliero - Fancinema

PARA LA LIBERTAD

Luego de Gloria y Una mujer fantástica, el chileno Sebastián Lelio sigue explorando en Desobediencia los devenires del universo femenino atravesado por tabúes y mandatos sociales: aquí dos mujeres de una comunidad de judíos ortodoxos en Inglaterra que tomaron diferentes rumbos en su vida, pero a las que una situación particular las lleva a reencontrare y a tratar de decidir qué hacer con la historia entre ambas, con ese deseo que resulta indisimulable pero se enfrenta fuertemente a lo que se espera de ellas. Que esta sea la primera película de Lelio en inglés no sólo marca un evidente quiebre en su carrera, sino que además muestra algunas limitaciones, como si en la traducción hubiera algo que se perdió o donde el director no supo de qué manera traducir si herencia cultural a otro tipo de lenguaje. La sensibilidad y emoción de su cine se trastoca aquí por momentos en una frialdad algo solemne y en exceso quirúrgica.

Las mujeres en cuestión son Ronit (Rachel Weisz), hija de un reputado rabino, quien se radicó en Estados Unidos escapando de los mandatos familiares y de la propia comunidad, y Esti (Rachel McAdams), quien no tuvo la misma suerte de escapar y terminó casándose con Dovid (Alessandro Nivola), protegido y discípulo de aquel rabino. La muerte del religioso hará que Ronit viaje a Inglaterra para avivar no sólo sus propios dilemas existenciales, sino la relación con Esti, con ese amor que se vio frustrado. Es interesante en esa primera parte del relato la manera en que Lelio va dosificando la información, especialmente la forma en que se apoya en sus tres notables protagonistas: Weisz, McAdams, Nivola en un juego de silencios y miradas que en ocasiones se expresan a través del cuerpo. Ahí podemos ver la mano sutil del director para imbricar lo público con lo privado, en saber de qué manera aquello que impacta en los individuos tiene su eco social y se replica, pero sin subrayarlo. Porque si por un lado explora la relación entre las dos mujeres, también mira con interés la forma en que Dovid no sólo asimila eso que sucede a su alrededor, sino cómo reacciona en referencia a su rol social donde todavía no termina de hacerse fuerte como rabino, como referente de su comunidad: tal vez el momento más emotivo del film es aquel en el cual Dovid toma una decisión crucial, tanto para él como para Esti y Ronit. Su definición sobre la libertad, la manera de ejercerla y las elecciones, leit motiv fundamental de la película.

Desobediencia funciona mientras se construye como un drama ascético, con la pasión surgiendo inexorablemente en algunos pasajes que operan como respuesta al control excesivo del mundo de rituales judíos: por eso que las amantes tendrán que emprender un viaje, irse del lugar y dar rienda suelta al deseo en un espacio despersonalizado como el de la habitación de un hotel. Pero los problemas del film surgen en la última media hora, cuando cede a algunos recursos más propios del melodrama y tarda en resolver la historia de sus personajes, con giros más propios del guión que de la lógica del relato y de sus personajes. Ahí es cuando el carácter más amable y latino del cine de Lelio no puede aflorar, o chirría, ante la superficie prolija de drama europeo. Ese cruce cultural no termina de estar resuelto y afecta a los resultados finales de la película, que aún así muestra a un autor de los más interesantes del cine latinoamericano.