Deshora

Crítica de Gustavo Castagna - Tiempo Argentino

Un trío en tensión

Salta como geografía, zona rural, un matrimonio sin hijos y el primo de la mujer como nuevo habitante, recién salido de un instituto de rehabilitación. Sensaciones y tensiones tenues y luego extremas, describe Sarasola-Day en su opera prima, tomando como centro a Helena y Ernesto, dos vidas que oscilan entre el hijo que no llega, la rutina sexual, el trabajo de él, cacerías ocasionales y alguna riña de gallo utilizada como metáfora visual.

Pero el pariente intruso es distinto, bastante desinhibido, de pocas palabras, misterioso en su andar nocturno. Deshora –adecuado título– converge hacia un triángulo a punto de estallar debido a sus carencias: afectivas, sexuales, laborales. La realizadora salteña elige los cruces de miradas y silencios prolongados para explorar a un trío de personajes que sólo necesitan de un par de trazos y de pocos textos, siempre eficaces, con la intención de comprender el conflicto.
Por suerte, el cine argentino que vale la pena ver se está alejando un poco de los jóvenes palermitanos que andan con su tristeza a cuestas. Deshora es todo lo contrario: un film de cámara, una especie de à huis clos sensorial, donde se coquetea con el misterio, la piel que necesita sexo, el deseo frustrado de la pareja que pretende modificarse con la llegada del primo Joaquín, cuestión que disparará un giro bastante inesperado en la última parte. Con referencias a El cuchillo bajo el agua de Polanski o invocando cualquier otro film donde se presenta un esqueleto argumental similar, Deshora cuenta con los estupendos trabajos de Luis Ziembrowski y María Ucedo (una actriz que el cine requiere con urgencia), personificando a un matrimonio que parece decirse te amo, te odio, pero dame más.