Desertor

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

La primera imagen es climática: la cámara planea entre las montañas y un cuasi desierto.

Una más que agradable sorpresa es sentarse en la butaca y encontrarse con un western hecho y derecho, en la geografía de Mendoza, con las montañas marcando un límite y una narración, seca cuando debe serlo, austera, y con los códigos que el género impuso a fuerza de balas y pocas palabras.

Aunque en verdad Desertor tiene poco de todo: no hay muchos tiroteos, y se dice solamente lo necesario.

Si el género del que se nutre el director Pablo Brusa es uno de los dos que inventó Hollywood -el otro es el musical-, las acciones no transcurren en el siglo XIX, sino que son casi contemporáneas. Hay un personaje, en primera instancia el del título, que desapareció hace diez años, declarado, entonces, desertor. Su hijo, el cabo Rafael Márquez, que también, como él, siguió la carrera en el Ejército argentino, desea saber qué fue de su vida.

De a poco, el protagonista advertirá que no todo en el regimiento está tan claro como él suponía. El regreso del coronel Evaristo Santos, quien estuvo al lado de su padre, en vez de tranquilidad le genera resquemores, y cuando salga a la búsqueda de su padre, tras la aparición de una mochila, dejada por una india, todo se embrollará más.

Hay un personaje del que se habla, Pascual Uribe, que tal vez sea la punta de ovillo, más cuando Santos le dice a Márquez que su padre está muerto.

Desertor es una película sobre el honor, sobre la naturaleza humana y la de la Tierra. Sobre solidaridades, encubrimientos y valores, propios, de dignidad y de coraje. La estructura del filme no se resiente pero, para disfrutarlo, conviene no saber más, ni siquiera ver el trailer del filme.

Santiago Recca, mendocino, es el protagonista. Está medido y no hace un gesto de más, estando bien acompañado por Daniel Fanego (¿hay alguna película en la que no esté bien?) y un caracterizado avejentado Marcelo Melingo.

Los rubros técnicos no hacen otra cosa que apoyar con acierto la buena narración de Brusa.