De tal padre, tal hijo

Crítica de Rolando Gallego - El Espectador Avezado

Una particular mirada sobre la paternidad es la que propone “De tal padre, tal hijo” (Japón, 2013) de Hirokazu Kore-eda, quien a partir de una anécdota, determinará el ritmo y el tono de una película que bien podría haber sido otra cosa muy distinta.
Enmarcando la historia en la etiqueta genérica de “comedia dramática”, Kore-eda, construye un relato con imágenes bellas, travellings y planos generales, de un Tokio avasallante que avanza a la par de algunos, pero que se queda en los suburbios sin el acompañamiento de otros.
Entre esos dos mundos es justamente entre los que “De tal padre, tal hijo” encontrará el material para poder armar la vinculación entre dos familias que un día reciben una trágica noticia, sus hijos, de seis años de edad, fueron cambiados al nacer.
Ryota (Masahuru Fukuyama) es un arquitecto meticuloso, ordenado y obsesionado por su trabajo que termina transmitiendo a su pequeño hijo la rigurosidad por alcanzar las metas, sin empatizar con éste, que a sus edad, parece una persona muy mayor.
Si bien su esposa (Machiko Ono) es más permisiva y permeable a las propuestas del niño, también se ve sometida al estricto régimen que Ryota impone en el seno familiar, sin la oportunidad de poder cambiar las reglas.
Un día se comunican del hospital para que se dirijan de manera urgente y allí comienza otra historia, pasando de ver un sinfín de rutinas esquematizadas e inquebrantables a un espiral dramático en el que deberán los protagonistas no sólo asumir una realidad que los cambiará para siempre, sino que además deberán enfrentarse con ellos mismos, y esto es lo más complicado.
Porque cuando conocen al otro matrimonio que también sufrió el cambio (Riri Furanki, Yoko Maki) deberán lidiar con sus miedos y sus temores más profundos, y también el asumir sus diferencias como matrimonio y como personas dentro de la sociedad.
En el contraste entre los matrimonios y los niños y el confrontamiento entre mundos, es en donde Kore-eda obtiene el material principal para este filme.
La idea de la paternidad como herencia de sangre versus la hipótesis que sostiene que padre es aquel que crió a un niño, va conformando un interesante hilo narrativo que permanece hasta avanzada la acción y mantiene el suspenso sobre qué pasará con los niños.
Porque hay un plazo para poder decidir qué hacer con ellos, un plazo en el que deben no sólo pensar en ellos sino también en sí mismos como padres, en desprenderse o no de todo aquello que se conformó hasta el momento como grupo familiar, y, principalmente, en ver si aceptarán delegar en los otros aquello que hasta el momento era tan personal y particular para ellos.
“De tal padre, tal hijo” tiene momentos emotivos de profundo análisis sobre la paternidad y las relaciones filiales, y si bien termina de una manera sorpresiva, tiene dos momentos que podrían haber cerrado mucho mejor la historia.
Porque el filme no sólo profundiza sobre los hijos y el legado de los padres sobre ellos, habla también de las diferencias sociales y culturales, las maneras de criar, y el desapego como motor de la vida.
Kore-eda logra una visión particular sobre la familia moderna, el trabajo como estímulo de progreso, la economía como determinante de las acciones y decisiones, y sobre las enseñanzas que aún a pesar de la adultez, los niños pueden transmitir a sus padres a pesar de su corta edad.