De caravana

Crítica de Rodrigo Chavero - El Espectador Avezado

“De Caravana” finalmente aterriza en Buenos Aires. Estrenada en el Festival de Mar del Plata hace ya un año, esta película cordobesa tiene la particularidad de ser la punta del ariete del llamado “Nuevo Cine Cordobés”, avanzada que merecidamente se expande por nuestro país. Durante este mes hablaremos de otros dos exponentes que llegan a salas porteñas (“El invierno de los raros” e “Hipólito”) y que, vienen también a confirmar, que Córdoba posee gente talentosa a la que hay que prestar atención.
Había escuchado comentarios auspiciosos sobre ella, pero por esas cosas del destino, caí en una función en el Gaumont, donde se presentaban ante invitados especiales. Me llamó la atención la sencillez del elenco, su director y productores, gente cálida y accesible, como también el pedido que hicieron: tenían mucha curiosidad por la reacción de este público en particular (quizás la fantasía es que su “regionalismo” le pueda jugar en contra) y necesitaban difusión para esta presentación en Buenos Aires (no se sentían locales, obviamente). Cuando terminó la función, (y toda la producción festejaba en el lobby con el clásico trago mediterráneo, fernet con coca), me resonó mucho esto de analizar cuanto le costó a “De Caravana”, llegar hasta aquí. Si bien ha pasado por festivales prestigiosos, este centralismo que ostenta nuestra ciudad ha obturado la llegada de muchos buenos productos del interior del país y el temor es que esto pueda pasar con esta cinta.
No podemos apostar por el comportamiento de los espectadores de este recorte, pero sí estamos en condiciones de decirles que “De caravana” es, hasta ahora, la mejor película argentina del año, junto a “El estudiante”, de Santiago Mitre.

Cuenta Rosendo Ruiz, su director, que él buscaba rodar una historia universal (fácilmente reconocible en su conflicto central), pero con sello local, de manera que su película pudiera ser asequible por un espectro amplio delpúblico, cosa que logró a la luz de los resultados, sobradamente. Ese sabor único, producto de una tierra tan rica en particularidades como la cordobesa, le da al film una estatura singular. Sabemos que el espíritu de esa provincia está relacionado con el festejo permanente, la pasión, el humor y la noche...

De eso habla “De caravana”: Juan Cruz (Francisco Colja), un chico de clase alta, consigue entrar a un recital de la Mona Jiménez a sacar fotos para preparar una muestra. De más está decir que lo impresiona todo lo que ve. Ir a ver a Jiménez significa un ritual poderoso para las barriadas populares cordobesas y eso, aquellos que pertenecen a otro estrato social, lo sienten en la piel. Entre cerveza y fernet (ya saben, Córdoba es el lugar del mundo donde más se bebe este producto), conocerá a la bella Sara (Yohana Pereyra). Esta chica está en un momento complicado de su vida, acaba de separarse de su novio de toda la vida, Maxtor (Rodrigo Sabina) terrible delicuente, y vive con un transformista/travesti, protegidos por un sujeto también peligroso, que se hace llamar el Laucha (Gustavo Almada). Este último, dealer de la noche cordobesa, ve la posibilidad de extorsionar a Juan Cruz y usar sus contactos para ampliar su red de distribución. Aprovechándose de la fascinación que Sara ejerce sobre él, logra que el concheto de Las Rosas (el barrio caro en el que vive), haga un trabajo fino a su servicio, noche a noche, llevando y trayendo paquetes en la noche cordobesa.
“De caravana”, es, en esencia, una comedia. No de aquellas que estallan en carcajadas constantes, pero sí de las que propone el humor desde lo disparatado y absurdo de algunas situaciones. Los protagonistas lucen relajados y se entregan a la historia inmersos en el microcosmos creado por Ruiz, donde todo es energía, pasión, alcohol, violencia y música bien fuerte (así pega más). No tiene el título en vano, el recorrido por el corazón de la popular noche en la ciudad mediterránea es pintoresco y atractivo, marco ideal para la historia del amor entre dos personas de distintos mundos, eje principal del film.

Desde lo técnico, es una película solvente a todas luces. Ruiz (responsable también en equipo del guión) alinea los astros de manera segura y no da respiro al espectador. Funde ironía, reflexión sobre lo social (la escena donde el Laucha y Sara comen un choripán y él le explica la alegoría del frasco y la pulga es antológica) y ritmo frenético. Pero quizás lo más rico, es esta visión que el director tiene de alterar la física de los campos enfrentados (estar “dentro” y “fuera” de un marco social determinado) es la carta ganadora del film. A todos nos llega, es fácilmente perceptible y tremendamente empática. Pocas veces disfruté tanto en una sala como viendo “De caravana”.
No es quizás, cine “arte” de acuerdo a los cánones que dictan las frías convenciones, pero es una enorme película. Una de esas, que abren caminos, en todo sentido. Ideal para disfrutar con un enorme vaso de fernet en la mano (llévenlo escondido al cine, se van a sentir como en casa).