De amor y otras adicciones

Crítica de Fredy Friedlander - Leedor.com

El mayor atractivo de “De amor y otras adicciones” (“Love and Other Drugs”) es la pareja central integrada por Jake Gyllenhaal y Anne Hathaway. Décima película de Edgard Zwick, un artesano que se ha especializado en películas de acción (“Tiempos de gloria”, “Leyendas de pasión”, “Valor bajo fuego”, “El último Samurai”, “Diamantes de sangre”), la presente se acerca más a su primer film “¿Te acuerdas de anoche?” con una aún joven Demi Moore.

Jake Gyllenhaal, quien acaba de cumplir treinta años, es una segura apuesta para un productor cinematográfico. Su padre Stephen lo dirigió en dos oportunidades, en una de las cuales lo acompañó su hermana mayor Maggie. Ambos volvieron a actuar juntos en “Donnie Darko”, film de culto de Richard Kelly, que por extrañas cuestiones de distribución nunca se estrenó localmente. De los diez primeros títulos de la carrera de Jake sólo dos tuvieron estreno en salas en nuestro país, que incluyen a su debut cinematográfico en “City Slickers” (aquí “Amigos…siempre amigos”) cuando apenas tenía diez años. Ese film seguramente será recordado por los más memoriosos pues marcó el regreso, Oscar incluido, de Jack Palance. A partir del 2002 y hasta el presente Gyllenhaal participa en diez películas más todas estrenadas localmente y mayormente exitosas. Pero sería 2005 el año de su consagración definitiva cuando, junto a Heath Ledger, el ganador del Oscar como mejor director Ang Lee los reuniera en “Secreto en la montaña”. Y es precisamente en esa película donde por primera vez se lo ve junto a Anne Hathaway, que allí hace de esposa.
Anne Hathaway, dos años más joven que Jake, ya era conocida por “El diario de la princesa”, su debut en 2001, pero su consagración definitiva fue junto a Meryl Streep en “El diablo viste a la moda” del 2006. Luego se la vería en “Guerra de novias” y más recientemente en “Alicia en el país de las maravillas”.
“De amor y otras adicciones” es básicamente un melodrama en que se cruza Jamie, un exitoso vendedor de productos farmacéuticos de un muy famoso laboratorio (Pfizer), entidad que adquirirá gran fama (en el film también) cuando se descubra el Viagra y Maggie Murdock, una chica hermosa que parece tener todo a su favor. Pero a poco que avanza la historia, el espectador se entera de que ella padece del mal de Parkinson todavía en su primera (temprana) fase. A lo largo de casi dos horas se irán produciendo encuentros y desencuentros de la pareja central. Ella sentirá que él estará perdiendo el tiempo a medida que su mal se agrave y él obviamente dudará sobre el camino a seguir.

Lo más flojo del film son algunos personajes secundarios, particularmente Josh (el actor Josh Gad) como el hermano “nerd” de Jaime, que parece salido de alguna de las tantas realizaciones de Hollywood que nos invaden últimamente ricas en groserías y poco refinadas alusiones sexuales. Tampoco aportan mucho dos veteranos actores (George Segal y Jill Clayburgh, recientemente fallecida) de muy episódica aparición como los padres de ambos hermanos. Algo mejor le va a Oliver Platt como el jefe de Jaime y no desentona Frank Azaria como un médico fácil de convencer.
En síntesis un film desparejo del que se rescatan algunos momentos logrados que pueden justificar su visión, sin excesivas pretensiones.