Damas en guerra

Crítica de Mex Faliero - CineramaPlus+

Damas en guerra es la mejor comedia del año.

Momento uno. Annie (Kristen Wiig) brinda un discurso en honor a su mejor amiga Lillian (Maya Rudolph), que está a punto de casarse. Pero la intromisión de la repelente Helen (Rose Byrne), hace que Annie tome una y otra vez el micrófono con el objetivo de dejar en claro que ella es la mejor amiga de Lillian. La escena, totalmente hilarante, hace recordar al universo cómico de Mike Myers: un estiramiento del chiste, que va haciendo una curva descendente y ascendente a la vez, generando en el trayecto mucha incomodidad. De hecho, es el primer momento en el que Annie y Helen demuestran la competencia por la lealtad que se viene, pero el guión de la propia Wiig no esconde la miseria que su personaje puede derrochar. Annie está más cerca de la anti-heroína de comedia romántica a lo Julia Roberts en La boda de mi mejor amigo, que a la Meg Ryan de Sintonía de amor.

Momento dos. La novia y sus cuatro damas de honor están en una casa de alta costura, dispuestas a comprar sus vestidos. Pero la previa ingesta de comida en mal estado comienza a hacer estragos: pedos, vómitos y cagaderas varias acecharán a estas damas. La escena, contada a velocidad rayo y con una energía singular por Paul Feig, es sumamente escatológica, pero de una escatología que va más allá de la flatulencia: en esta gran secuencia Damas en guerra planta bandera y dice que el territorio del humor escatológico, habitualmente propiedad del hombre, puede ser también de la mujer. Y estas damas dejan al cuarteto de ¿Qué pasó ayer? como pobres ingenuos. Los vómitos y las cagaderas sobre caros vestidos, incluso un vestido de novia (¡sacrilegio!), destruyen los símbolos y se burlan de los ritos establecidos en estos casos.

Momento tres. Para intentar llamar la atención del oficial Nathan (Chris O’Dowd), Annie y Helen pasan una y otra vez frente a él con su auto. Cada vez que lo hacen, simulan cometer algún tipo de infracción. La secuencia, larga, permite la improvisación a la manera de un Will Ferrell, sacando todo el jugo posible a una situación por demás ridícula. Esta escena es una de esas que en los extras del DVD descubrimos que había mucho más que quedó en la sala de montaje, pero además es una demostración del virtuoso estilo humorístico de Wiig, la mejor actriz cómica del cine norteamericano en mucho tiempo.

Comentamos tres escenas, pero hay mucho más en Damas en guerra, la mejor comedia del año. Lo más interesante del film de Feig, producido por Judd Apatow, es que si bien contiene estos notables momentos de humor, estas grandes piezas cómicas, la película logra introducirlas dentro de una historia interesante, corrosiva y, fundamentalmente, emocionante aunque sin sensiblerías. Damas en guerra tiene momentos, pero es mucho más como film que sus partes. Y esto es así porque Wiig aprovecha enormemente su primer protagónico: como guionista escribe unos personajes caricaturescos pero creíbles, especialmente su Annie, una mujer decididamente desdichada en el amor y en la vida en general, que preparándose para la boda de su mejor amiga descubre algunos de los motivos de sus desdichas. Annie es una mina que no encuentra su lugar en el mundo, ¡pero caramba! que el mundo se ha convertido también en un lugar extraño. Comparada erróneamente con ¿Qué pasó ayer?, Damas en guerra la supera no sólo porque sus chistes son más perfectos, sino además porque logra tener una mirada humanista sobre sus criaturas y sobre el mundo, algo no demasiado fácil para la comedia que la mayoría de las veces tiende al cinismo. Es ese fundamental elemento que Wiig propone, Feig organiza y Apatow dispone a partir de su marca más reconocible como productor, por el que Damas en guerra se anima a hacer con la comedia romántica lo que quiere.