Culpable o inocente

Crítica de Santiago García - Tiempo Argentino

Camino conocido pero bien llevado

Matthew McConaughey interpreta a un cínico abogado que pasó toda su vida defendiendo a criminales y debe defender a un rico empresario, acusado de intento de violación y asesinato. Con Marisa Tomei y William H. Macy

Tal vez el espectador al ver Culpable o inocente (The Lincoln Lawyer) tenga la sensación de transitar por terrenos ya conocidos. Y es así, porque la película promete comenzar una nueva serie de adaptaciones de novelas de abogados a la pantalla grande. Culpable o inocente se basa en el libro de Michael Connoly, creador del personaje de Mick Halley (interpretado aquí por Matthew McConaughey). Connoly parece destinado a ocupar el lugar que en los ’90 ocupaba John Grisham. Grisham fue llevado al cine con películas como Fachada, Tiempo de matar (también con McConaughey) El cliente y El poder de la justicia. De Michael Connoly un libro ya fue llevado a la pantalla, nada menos que por Clint Eastwood en su película Deuda de sangre. Está claro que ni aquellos films, ni este que se estrena hoy, son clásicos perdurables de todos los tiempos. Y aunque algunos son mejores que otros –El poder de la justicia, de Francis Ford Coppola, era muy bueno– no hay en ninguno de estos títulos más que el deseo de plantear un film industrial bien construido, con algunas sorpresas y que otorgue una buena dosis de suspenso y entretenimiento. En este caso, el abogado Halley tiene un historial de cínico defensor de ladrones que nadie más ha querido defender. Donde otros ven dilemas éticos, Halley ve la oportunidad de burlarse del sistema. Pero claro, por más que él tenga siempre todo bajo control, está claro que el argumento basará su conflicto en una situación compleja que da vuelta todo su mundo de seguridad. Cuando Halley acepta el caso de un joven rico acusado de atacar a una prostituta no se da cuenta que su ambición y autosuficiencia lo está exponiendo al desastre. Nada más se puede adelantar de la trama por razones obvias. Sí hay que destacar las actuaciones no sólo del protagonista, sino también de los grandes actores que lo acompañan, en particular Marisa Tomei y William H. Macy. Es justamente la efectividad de estos actores lo que permite que este entretenido film se vea más sólido y atrapante de lo que realmente es. En el medio, y aunque no sea su objetivo principal, la película es un buen ejercicio para reflexionar sobre la ética, ya no sólo de los abogados, sino de las personas en general. En el fondo, lo que moviliza de cualquier film es su conexión con nuestra propia existencia.