Culpable o inocente

Crítica de Mex Faliero - Fancinema

La ley de la calle

En la década de 1990 se pusieron de moda las adaptaciones de novelas sobre abogados, especialmente las escritas por John Grisham: Fachada, Tiempo de matar, El informe pelícano, El cliente. Con sus bemoles, y disculpen los correveidiles de Francis Ford Coppola (que veían en El poder de la justicia una nueva genialidad), ninguna alcanzaba un nivel más allá de la corrección. El asunto con las novelas de Grisham era que funcionaban (sin ser nunca grandes obras) en el nivel literario, pero escasamente lo hacían como expresión cinematográfica: había juego con el suspenso, pero a Grisham lo seducían los grandes temas y estos se resolvían a pura parrafada. De todos modos, el subgénero tribunalicio es toda una marca de origen hollywoodense, y cada tanto alguien revuelve sobre sus desechos tratando de encontrar nueva vida: se trata en todo caso de un territorio que permite las vueltas de tuerca, que siempre busca sorprender, que tiene reglas y elementos claves, y que además conlleva un aprendizaje moral. Todo esto, por qué negarlo, gusta al público. Una nueva vuelta a estos territorios se da con Culpable o inocente, adaptación al cine de una novela de Michael Connelly, considerado por muchos como el nuevo John Grisham.

Connelly ha creado (entre otros, también fue el autor de Deuda de sangre, aquella de Clint Eastwood) al personaje de Mick Haller, un abogado que se ha formado profesionalmente en las calles, que conoce códigos barriales y que juega constantemente sobre la línea del bien y del mal. El título original de Culpable o inocente es The Lincoln lawyer, referencia directa al lugar donde Haller tiene su despacho: el asiento trasero de un Lincoln, un enorme automóvil negro, bien cuadrado como le gusta a los americanos. Haller ha defendido siempre a matones y gente poco recomendable, lo que lo ha convertido en un tipo bastante creído de sí mismo, soberbio, canchero, y con ganancias menores a otros leguleyos. Y en la travesía que lo embarca Culpable o inocente (una de las cuatro novelas escritas por Connelly sobre este personaje), se enfrenta a un caso singular: un multimillonario es acusado de intentar violar y golpear a una prostituta. Haller está por primera vez ante la posibilidad de conseguir un caso que le reporte buenas ganancias. Sin embargo las cosas se enredan demasiado. Como tiene que ser.

A diferencia de lo que ocurría con las novelas de Grisham, el mundo de Connelly es más reconocible, cercano. Y, además, en la buena traslación que hace el director Brad Furman, la historia adquiere una atmósfera de película callejera, con un manejo acertado tanto de la tensión como de los conflictos éticos y morales que atraviesa su protagonista: la música funk y el hip-hop que inundan buena parte de la banda sonora, pintan de alguna manera cada rincón que visita Haller. En Culpable o inocente hay cierto espíritu del cine de Clint Eastwood. Y desde lo narrativo hay, además, un elemento acertado y es que el habitual giro del final está puesto en el medio, lo que hace que las fichas se reacomoden ante nuestros ojos y que los personajes tengan que modificar sus estrategias. Culpable o inocente está planteada como un juego, divertido y fluido, con sus diálogos irónicos y un mordaz punto de vista sobre el sistema de justicia: por una vez, las cosas no dejan de funcionar por obra y gracia de un personaje corrupto, sino que lo que queda en evidencia es que la justicia por vías administrativas es totalmente perfectible. Y que del aprovechamiento de sus grietas es que se va construyen el mundo. Lo que sale de eso, bueno, es lo que tenemos. Claro que Culpable o inocente es tan imperfecta como el sistema que muestra: le sobran 20 minutos y su epílogo está repleto de vueltas de tuerca innecesarias, que encima enmarañan un poco el punto de vista de sus personajes. De todos modos, reconocer que en su rol del abogado Haller, Matthew McConaughey encuentra el papel de su vida. Lo de McConaughey se termina pareciendo a lo de Tom Cruise: funcionan mejor en roles donde sacan a relucir el cinismo del mundo. La diferencia de Matthew es que se nota un poco más humano y cuerdo, lejos de la locura de Cruise. Después de todo, no de gusto ambos brillaban en Tropic thunder.