Cuestión de tiempo

Crítica de Gustavo Castagna - Tiempo Argentino

Un nuevo hechizo temporal

Pese a no tratarse de una idea original, el planteo temático propuesto por Richard Curtis, veterano guionista (Cuatro bodas y un funeral; Notting Hill) y esporádico cineasta (Realmente amor), donde se cruzan romanticismo y ciencia ficción, casi siempre suena como seductor y placentero.

Los ejemplos son numerosos, desde la setentista Pide al tiempo que vuelva hasta la genial Hechizo del tiempo (¿la mejor comedia de los '90?), aun cuando emprender una travesía a otro lugar no resulte nada nuevo pero, como es entendible, las ideas originales no brotan muy seguido por el cine estadounidense. Los hombres de una familia se dedican a viajar en el tiempo y al que le toca, el torpe Tim Lake, sugerido por su padre, acepta la misión de inmediato, con el propósito de conocer (y enamorar) a la divagante Mary (Rachel McAdams, por suerte, ya lejos de Anna Karenina). El inicio es propicio al presentar un conflicto que se resolvería a través del viaje, ya que el aspecto freak y desgarbado de Tim, por eso y a pesar de ello, hará lo imposible para conquistar a su amada. Pues bien, hasta acá la comedia romántica funciona dentro de su rutina, donde el guión trabaja tópicos del género como se solía hacer 50 o 60 años atrás. Sin embargo, pasada la mitad de Una cuestión de tiempo, la mirada actual sobre el género, o lo peor de él, se apodera de la historia, para convertir aquella mirada blanca y pura sobre el mundo en un catálogo de obviedades, momentos lacrimógenos, lectura new-age y exceso de violines como partitura sonora. Son esos instantes en que la película (el guión y su puesta en escena) dejan de lado al género para trucarlo en una serie de aforismos y frases sentenciosas sobre el amor, la familia, el destino y el futuro de la humanidad.