Cry Macho

Crítica de Jesús Rubio - La Voz del Interior

Con 91 años y una carrera para sacarse el sombrero de cowboy, Clint Eastwood dirige, produce y protagoniza Cry Macho, una película que, a pesar de no estar a la altura de su filmografía, no deja de ser enternecedora, principalmente por la emotiva entrega frente a cámara de un hombre que supo hacer del cine su vida.

Casi 30 años después de su último western, Los imperdonables, Eastwood retoma las andanzas de vaquero baquiano en el papel de Mike Milo, una exestrella del rodeo que no se resigna a dejar el trabajo que le dio fama y felicidad.

Debido a esta insistencia en hacer lo que ya no puede, Mike intercambia algunas palabras altaneras con un exjefe, que lo bancó en más de una, Howard Polk (Dwight Yoakam), quien además le pide un favor: que vaya hasta México a buscar a su hijo Rafo (Eduardo Minett).

Con apenas una vieja foto del niño (un preadolescente de 13 años), Mike deberá atravesar la frontera y enfrentarse, primero, a la madre millonaria y malvada del niño; y luego, al niño, quien se dedica a la riña de gallos y a callejear (el nombre de la película es por el nombre del gallo del joven).

Una vez que Mike logra convencer a Rafo de regresar con su padre, ambos emprenden un viaje no exento de problemas con distintos personajes de la zona, entre bandidos que buscan al niño hasta policías que los detienen pensando que llevan droga.

De este modo, la película pasa a ser una road movie con toques de western fronterizo y buddy movie entre un anciano y un niño, donde la amistad entre los dos será el fuerte de la trama, mientras que las peripecias del viaje serán la apuesta de una película sencilla y encantadora, dotada de una tierna melancolía gracias a la fotografía de Ben Davis y a la música de Mark Mancina.

Cuesta no ponerse compasivo con un Eastwood anciano y tambaleante, por todo lo que significa para un espectador y para la historia del cine. Y cuesta porque, si bien su actuación puede tomarse como una proeza, no deja de ser un poco lastimera. Cuesta aceptar el paso del tiempo en una figura tan importante para nuestros corazones cinéfilos.

La película se rodó en plena pandemia. Aun así, Eastwood decidió continuar filmando. Esto se evidencia en Cry Macho, en la que se nota el titubeo miedoso de los actores y la falta de timing en las acciones. Pero a pesar de las condiciones de producción, el filme logra momentos maravillosos, mezclados con la ternura un poco triste que produce verlo al viejo Clint caminar encorvado y lento, balbuceando líneas de diálogos e intentando hacer los gestos y las miradas que hicieron de él un ícono y una leyenda.

Eduardo Minett, en el papel del niño, tampoco ayuda demasiado. El joven actor es poco convincente en sus enojos, en sus llantos. Y la actriz que interpreta a Marta, Natalia Traven, con quien Mike va a tener una suerte de romance, tampoco es algo que sume, ya que la figura desvencijada del prócer parece intimidarla.

Sin embargo, la película tiene la nobleza y el encanto de las películas que no pretenden otra cosa más que caer bien al espectador. Ver Cry Macho es como ir a visitar a un abuelo al que se quiere mucho, un abuelo al que no se le puede reprochar nada porque ya lo dio todo.