Crimen en El Cairo

Crítica de Martín Chiavarino - Metacultura

Crónica de una revolución anunciada

El tercer largometraje del realizador sueco Tarik Saleh es un thriller policial sobre los alcances de la corrupción en Egipto. El film está inspirado en la historia del asesinato de la popular cantante libanesa Suzanne Tamin en Dubai. Saleh sitúa la acción en El Cairo durante las jornadas revolucionarias de enero de 2011, conocida como la Primavera Árabe, que marcó el inicio de cambios políticos profundos en los países del norte de África, camino iniciado por los ciudadanos tunecinos durante 2010 con una serie de manifestaciones multitudinarias contra el autoritarismo neoliberal imperante desde la década del ochenta en ambos países.

En Crimen en El Cairo (The Nile Hilton Incident, 2017) el asesinato de una cantante tunecina en el exclusivo Hotel Hilton de la capital egipcia pone al descubierto una trama de corrupción que involucra a todas las esferas sociales, pero especialmente a las fuerzas de seguridad, verdaderos vertederos infectos donde la ley no tiene lugar y todo es posible menos el respecto por la integridad y los derechos humanos. La imprecisa investigación del comandante Noredin Mostafa (Fares Fares) lo lleva a descubrir la implicancia de un eminente empresario inmobiliario y miembro del Parlamento -amigo además del hijo del Presidente Mubarak- en la muerte de la joven cantante, Lalena (Rebecca Simonsson). A la vez que no logra dar con la única testigo, una mucama sudanesa, el policía descubre una trama de extorsión que involucra a Lalena y a su amiga Gina (Hania Amar), otra aspirante a cantante que trabaja en un club de citas para hombres de negocios, con la cual se involucra sentimentalmente. Noredin destapa así a su pesar ollas de pestilencia para darse cuenta de que la investigación y el asesinato son parte del enfrentamiento entre distintas facciones del putrefacto sistema de represión del Estado, grupos solo interesados en acumular más poder y dinero, y que están dispuestos a sacar del camino a cualquiera que se interponga.

Saleh crea aquí una gran narración sobre la corrupción policial y las consecuencias de las políticas neoliberales en el norte de África con excelentes actuaciones de un elenco formidable y una fotografía que pone énfasis en las contradicciones alrededor de la pobreza y la riqueza a partir del trabajo de Pierre Aïm, responsable de la fotografía de films como El Odio (La Haine, 1995) y Bienvenidos al País de la Locura (Bienvenue chez les Ch’tis, 2008). Con un buen guión del propio director, Crimen en El Cairo logra construir un policial negro que atrapa al espectador y lo arrincona en la demencial acción del relato, conducido a su vez por la música electrónica atronadora del compositor sueco Krister Linder.

El film reconstruye de esta manera -capa tras capa- los entramados de un nivel de corrupción inusitado que atraviesa a todos los sujetos contraponiendo a esa red invisible el estallido rebelde ciudadano que causó la caída del presidente represor y asesino Hosni Mubarak y el inicio de su periplo judicial. Caótica, al igual que la superpoblada capital de Egipto, Crimen en El Cairo contrapone la investigación policial con las historias de los inmigrantes que viajan a Egipto por un futuro mejor, los sueños truncados por las perversas condiciones de explotación y abuso, las obscenas diferencias de clase, la pobreza como constante social y la ebullición de las protestas que crecen hasta convertirse en una verdadera rebelión contra la dictadura que gobernó casi treinta años a fuerza de represión y corrupción.