Crimen en El Cairo

Crítica de Emiliano Fernández - Metacultura

Desfalco e impunidad

Crimen en El Cairo (The Nile Hilton Incident, 2017) es una de esas propuestas que pueden ser pensadas tanto en términos del género trabajado, en esta oportunidad los policiales hardcore, como en lo que atañe a los hechos históricos de fondo y/ o la sociedad en la que transcurre la acción: esta maravillosa película de Tarik Saleh por un lado retoma los engranajes paradigmáticos del film noir, especialmente la dinámica de la redención que se abre camino entre la podredumbre de todo el aparato estatal y sus socios de siempre del empresariado, y por otro lado examina de manera adyacente los últimos días del entramado dictatorial de Hosni Mubarak en Egipto, quien gobernó al país durante casi 30 años y fue expulsado del poder por la Revolución Egipcia de enero y febrero de 2011, en la que murieron cientos de ciudadanos debido al accionar represivo de los esbirros del régimen.

Aquí el centro del relato es Noredin Mostafa (Fares Fares), un comandante de policía extremadamente corrupto que se la pasa recibiendo sobornos, robando dinero de diversas fuentes y despreocupado ante metodologías “infaltables” como la tortura y el asesinato por encargo que se extienden por El Cairo y específicamente por el departamento policial que encabeza su tío, Kammal (Yasser Ali Maher), un general dentro de la jerarquía militar de Egipto de la fuerza. Todo se complica cuando aparece muerta en un hotel Lalena (Rebecca Simonsson), una cantante/ prostituta en cuyo monedero encuentra un recibo para retirar unas fotos. Mostafa obtiene los negativos y descubre que la chica estaba en un negocio con un tunecino, Nagui (Hichem Yacoubi), orientado al chantaje de hombres poderosos, siendo su última víctima Hatem Shafiq (Ahmed Selim), un oligarca e integrante del parlamento.

Por supuesto que a Noredin le ordenan archivar el caso como “suicidio” bajo órdenes del fiscal a cargo, por más que la fallecida tenía abierto el cuello de punta a punta, y la cosa se enreda aún más con la desaparición de la única testigo del homicidio, Salwa (Mari Malek), una mucama sudanesa que fue la que descubrió el cadáver en el hotel de turno, propiedad del empresario. Pronto la chica en cuestión, en complicidad con otras dos personas, se decide a chantajear asimismo a Shafiq amenazándole con hacer pública su relación con Lalena y ubicarlo en la escena del crimen, circunstancia que lleva al hombre a pedirle a Mostafa que consiga los negativos y atrape al asesino real mientras el susodicho, un sicario misterioso e implacable, comienza a cargarse sin piedad a todos los involucrados en el caso, el cual trepa a lo más alto porque Shafiq es amigo de nada menos que el hijo de Mubarak.

La película analiza con suma honestidad la aceptación consuetudinaria de la corrupción en todos los estratos del gobierno, el alcance de la pobreza y la marginación en una sociedad repleta de privaciones como la egipcia y en esencia las redes mafiosas de un capitalismo que saquea los recursos del país, mantiene en la ignorancia a su pueblo, crea estructuras de poder autoritarias y maneja a discreción los ardides legales para autolegitimarse, salvarse o condenar a inocentes a la muerte. Como decíamos con anterioridad, el guión del propio Saleh respeta los grandes ejes del policial negro introduciendo una femme fatale, en esta ocasión Gina (Hania Amar), una compañera de Lalena y Nagui de la que se enamora Noredin, y construyendo el viaje moral del protagonista desde la vileza del inicio hacia una suerte de conciencia implícita de que no todo se puede comprar u ocultar bajo la alfombra.

En cierto sentido la obra recuerda a los thrillers surcoreanos recientes por el sustrato de descomposición social típico de las naciones tercermundistas y esa idea detrás destinada a retratar la inoperancia y perversión de una fuerza policial que sólo sirve para reprimir cobardemente al pueblo y que en casos importantes termina demostrando su infantilismo y mega idiotez, en oposición al “eficientismo” mentiroso y asesino de los servicios de inteligencia y sus homólogos en general de los países del Primer Mundo, quienes siempre les brindan asesoría y equipamiento. La putrefacción del régimen de Mubarak constituye un perfecto telón de fondo ya que pone en interrelación el devenir de los personajes con el comportamiento de un gobierno absolutista y demencial que junto a sus amigos oligarcas controlaron a toda una nación desde la soberbia, el desfalco y la impunidad más grasienta…