Cría siniestra

Crítica de Jesús Rubio - La Voz del Interior

Una película casi nunca trata de lo que está contando, porque si no sería pura literalidad, y una película es mucho más que lo que vemos en pantalla. Las películas de género casi siempre están tratando de contar algo más, algo que corre por debajo de la historia aparente, y eso que corre por debajo es, a veces, mucho más interesante que lo explícito.

Cría siniestra es el prometedor debut de la directora finlandesa Hanna Bergholm, una ópera prima que retoma el tema del doppelgänger (vocablo alemán para definir el doble o sosias malvado de una persona viva) con un manejo preciso de la puesta en escena y con una lograda mezcla de horror body y terror psicológico, y con un guion que, a pesar de algunos detalles ilógicos, entrega momentos que sorprenden gracias a la plasticidad de los efectos especiales y a un suspenso que se cuece a fuego lento.

En contra se puede decir que esa precisión, esa prolijidad y esa pulcritud de la imagen atentan contra la película y la tornan aséptica, como si no quisiera embarrarse (hasta los vómitos de la pequeña protagonista y los líquidos pegajosos del monstruo huelen a limpio). Es decir, le falta suciedad y animarse a dar un paso más que el que marca la fórmula del género (un indicador de esto es cuando la niña protagonista baña al monstruo, lo mismo que hace la película con el subgénero que aborda).

La historia se centra en una familia de clase media alta de Finlandia que intenta vivir en una superficialidad ejemplar, de felicidad impostada, con mamá radiante y joven (Sophia Heikkilä), papá inexpresivo y obediente (Jani Volanen) y con dos hijos hermosos: Tinja (Siiri Solalinna), la niña gimnasta, y el pequeño Matias (Oiva Ollila), el consentido del padre.

La madre es “creadora de contenidos” y graba su vida cotidiana para subirla a las redes. Tinja hace gimnasia artística con barras asimétricas y trata de complacer a su madre exigente, quien la filma en los entrenamientos y la reprende cuando no logra el salto perfecto.

En el inicio vemos cómo un cuervo entra al living de la casa y destroza todo. Cuando la niña lo atrapa, la madre lo mata y le dice que lo tire en el tacho de la basura. Tinja queda impresionada con el pájaro y a la noche decide ir a sacarlo del basurero, momento en el que descubre un huevo que lleva a su pieza para criarlo. Con el tiempo, el huevo crece hasta que de su interior sale un pajarraco antropomórfico monstruoso.

Con un logrado y grotesco diseño, el bicho empieza una relación de amistad y compañerismo con la niña, lo cual hace que la película se vaya, por un instante, al terreno de la comedia familiar con monstruo. Ambos viven en el cuarto de Tinja y están cada vez más unidos, lo que la directora aprovecha para introducir el juego del doble.

La película pretende decir, por debajo, que las familias que viven en una burbuja de irrealidad, y que quieren que sus hijos alcancen la perfección, pueden crear monstruos. Sin embargo, no basta con que sea una película bien hecha y que tenga un villano aterrador y logrado. A Cría siniestra, que recuerda a El cisne negro, de Darren Aronofsky, le falta arriesgarse y atreverse a más. Aun así, tiene momentos que justifican la entrada al cine.