Crespo (La continuidad de la memoria)

Crítica de Natalia Trzenko - La Nación

Duelo y despedida

El tamaño y la forma que asume el duelo es tan particular y peculiar, tan único como una huella digital. Algo de eso muestra este documental que empezó siendo otra cosa, una película sobre un padre veterinario de pueblo, pero devino dolor y despedida cuando el protagonista falleció inesperadamente. Entonces el hijo cineasta -que además se llama como el padre y ambos llevan el apellido, Crespo, del pueblo en el que vivieron- deambula por el lugar, por los personajes y las cosas que allí habitan, por los recuerdos y los objetos, los símbolos y los espacios de la ausencia. El desconcertante momento de aprender a convivir con la posibilidad de olvido recorre las primeras escenas del film haciendo circular las imágenes y las ideas sobre Crespo, el pueblo, villa avícola con sus personajes peculiares y sus rincones pintorescos, casi como haciendo un inventario de lo que está para compensar lo que se fue y no volverá.

Las secuencias dedicadas a Mali, lugareño, fotógrafo y artista, revelarán un acercamiento al núcleo duro del relato, su relación con su padre; las fotos que refuerzan y explican el vínculo permitirán descubrir eso que no se habla, pero se siente. La extrañeza de los hijos frente a la vida secreta de sus padres y la empatía de empezar a entenderlos como personas más allá de su lugar en la familia.

"El Scout sonríe y canta ante las dificultades", se escucha en algún momento de la película, y ese lema parece haber moldeado la forma de los vínculos de los Crespo de Crespo.

Con cierta inicial distancia, un relato en off y en primera persona que suena a objetivo, pero se revelará como consecuencia directa del shock de la muerte tan cercana, el film construye capas de sentido y de emoción que sólo se terminarán de experimentar en la acumulación de los suvenires, los discos escuchados, las fotos, los pollos de las granjas del pueblo entrerriano y ese dolor en carne viva.