Crespo (La continuidad de la memoria)

Crítica de Diego Batlle - Otros Cines

En el nombre del padre

Tras su paso por la Competencia Argentina del reciente BAFICI, se estrena en el MALBA este sensible ensayo autobiográfico del director de Tan cerca como pueda.

Eduardo Crespo nació en Crespo, una ciudad de 20.000 habitantes en la provincia de Entre Ríos. Ahora vive en Villa... Crespo. Esta película es sobre él, sobre su padre (Crespo, claro) que falleció durante la realización del proyecto y sobre la comunidad a la que su familia perteneció durante años: Crespo de Crespo sobre Crespo.

Su padre porteño -también Eduardo- se instaló allí y llegó a ser una figura prominente del lugar, al punto que fue el autor de la letra de la canción (el himno) local en un ámbito que alguna vez estuvo dominado por los protestantes alemanes y la avicultura.

La voz en off del propio director nos expone la timidez, los reparos, las dudas, el recato con que se acercó a la figura del padre. De hecho, le dijo que estaba haciendo un registro sobre la actividad económica de la región como excusa para seguirlo en sus actividades cotidianas.

Tras la muerte del padre (al que todos llamaban “Oso sabio”) en 2013 y de una larga serie de contratiempos (un hacker le borró buena parte de sus archivos personales, fue rescatado del mar por un amigo cuando estaba a punto de ahogarse, le robaron la cámara y la computadora), se lanza a la reconstrucción de la historia personal, filial, familiar y del lugar y sus vecinos. La agricultura, los scouts, la religión o el rugby son algunos de los temas que recorre este documental con elementos de home-movie.

Honesta, sentida, sin la más mínima pátina cínica (como la mucho más dura La sombra, de Javier Olivera) y construida con imágenes evocativas, Crespo surge como una forma artística de exorcizar la ausencia y el dolor, de hablar del legado y de la continuidad en el seno de una familia y un pueblo.