Creed III

Crítica de Jesús Rubio - La Voz del Interior

No está de más decir que Creed III es una película muy norteamericana. El hecho de que esta tercera entrega de la saga ambientada en el universo de Rocky Balboa esté dirigida por Michael B. Jordan, su protagonista, es una señal de que hay algunas cuestiones que resolver puertas adentro, asuntos internos de la comunidad afrodescendiente.

Jordan hace una película en la que los negros norteamericanos tratan de lavar culpas del pasado y limar asperezas, en una especie de pase de facturas a ellos mismos para tratar de entender la grieta que se abrió entre quienes se la jugaron por sus compañeros ante la policía y los que salieron corriendo para salvar su pellejo.

El director debutante llega a una síntesis justa y optimista: si hay culpables de la violencia que recibieron y de la cárcel que les tocó, ellos (los negros) seguro que no lo son. Jordan sorprende con su pragmatismo como director y entrega, además, el entretenimiento boxístico que todos esperan, con peleas bien rodadas y con una historia clara y emotiva, aunque plagada de los lugares comunes de la saga.

La película tiene otro detalle llamativo, aunque en sintonía con su intención principal: Rocky brilla por su ausencia. La decisión de dejar afuera cualquier mención y referencia al astro interpretado por Sylvester Stallone sienta una postura, porque Rocky es blanco, ítalo-americano, y no tiene nada que ver con lo que plantea Creed III.

Con un prólogo que se remonta al pasado, la película muestra cuando Adonis (Thaddeus J. Mixson), de 15 años, se escapa de su casa para irse con su amigo Damian Anderson (Spence Moore II), de 18 años, a una pelea de boxeo en un antro de Los Ángeles, en la que Anderson gana porque es una joven promesa del cuadrilátero.

Cuando termina la riña se van a una especie de supermercado y Adonis alcanza a ver a un tal León caminando por la vereda, a quien intercepta para moler a golpes. El episodio termina con Damian preso por sacar una pistola y con Adonis escapando despavorido.

En pocos minutos, Jordan resume de manera magistral un pasado y un aspecto importante de la historia de su pueblo, ubicada en Los Ángeles. De algún modo, Creed III es también sobre el ascenso social de algunos negros en California a costa de otros negros, coronando la tesis con un plano de Creed arriba del cartel de Hollywood.

En la actualidad, Adonis (Michael B. Jordan) colgó los guantes de campeón mundial de peso pesado y se puso el traje para representar a futuros boxeadores y para entrenarlos en su gimnasio exclusivo. Consagrado y con dinero, vive tranquilo y feliz con su mujer (Tessa Thompson) y con Amara, su hija muda (Mila Davis-Kent).

Pero el pasado vuelve como un jab en el ojo y Damian (Jonathan Majors) se hace presente tras cumplir una larga condena en la cárcel. Lo que quiere es recuperar el tiempo perdido y pelear por el título, no sin sacarle en cara a Adonis su abandono, demostrando cierta envidia y un resentimiento amenazante.

Creed III no sólo plantea las culpas y los resentimientos de los personajes principales, sino que da pie a que en un futuro cambien los roles y quienes se suban al ring ya no sean hombres, sino mujeres. La clave está en la pequeña Amara. Sí, corrección política al mango, pero usada para sumar y seguir expandiendo una saga que siempre sorprende.