Corazón silencioso

Crítica de Eduardo Elechiguerra Rodríguez - A Sala Llena

¿Cómo hablamos de lo difícil? Ésta es una de las preguntas que surge al ver Corazón Silencioso. El filme de Billie August no esquiva tratar, no sólo estos temas, sino temores, decisiones y estados de ánimo también. La trama parte de una reunión familiar de fin de semana después de la decisión que toman los involucrados sobre la salud de la madre. Todos los familiares quieren una ‘fiesta’ que se dé lo mejor posible, pero no tardan en salir las dudas en torno a la decisión.

En tales dudas, August cae en los vericuetos de una telenovela. Los secretos salen a relucir y las mentiras son descubiertas. Es el tono comedido de la película y las actuaciones los que controlan tales giros. Los planos iniciales de los alrededores de la casa esbozan un ambiente taimado donde nos vemos tentados a adentrarnos. Planos posteriores de paisajes vistos desde la casa nos recuerdan que toda quietud es quebradiza.

Por otro lado, hay actuaciones que sugieren con gestos cotidianos como los de Heidi (Paprika Steen) quien no se conforma con cruzarse de brazos en situaciones incómodas. Ella indaga en sus reacciones ante el personaje de su madre e incluso se relaja junto con los demás en una escena franca donde todos fuman porro. En esto, una de las fortalezas del guión es que no pretende resolver esta relación distante entre ellas. La muestra tal cual como es, con sus asperezas e inseguridades.

Las actuaciones de Ghita Norby como Esther, la madre, y Morten Grunwald como Poul resuenan porque son más calladas, aunque llevan el dramatismo que moviliza la película. Afrontan sus escenas con calma. Danica Cursic, quien interpreta a Sanne, tiene el papel que puede caer con mayor facilidad en lugares comunes por los cambios de ánimo. No sale tan airosa como los demás, pero tiene momentos valiosos con su hermana Heidi y con su madre.

Steen ganó en 2014 la Concha de Plata como Mejor Actriz en el Festival de San Sebastián. La película también ganó varias categorías en los premios daneses Bodil de 2015, entre ellos Mejor Película, y Mejor Actriz para Danica Cursic.

Al final, los espectadores saldrán de la película movilizados y resignados. Es el proceso al que nos obliga algo tan íntimo como lo es la enfermedad, aunque la película no haga de sus personajes unos mártires.