Copacabana

Crítica de Diego Batlle - Otros Cines

La elegancia y el pudor del observador ajeno

En su debut en el documental, Martín Rejtman confirma su estatus de referente ineludible del cine argentino. En este trabajo -un "encargo" del canal de cable porteño Ciudad Abierto durante su etapa "progresista", que luego prácticamente ninguneó su promoción- el director de Rapado, Silvia Prieto y Los guantes mágicos registró las celebraciones del evento más importante de la comunidad boliviana en nuestro país: la fiesta patronal de Nuestra Señora de Copacabana que se realiza todos los años durante dos domingos de octubre.

Un puñado de planos fijos y de travellings le alcanzan a Rejtman para transmitir toda la intensidad de los coloridos bailes y de la música (hay cientos de grupos que desfilan en el barrio porteño de Charrúa). Sin apelar a testimonios a cámara, obviando todo énfasis y subrayados, el director muestra la trastienda (los ensayos, las reuniones) para luego ofrecer algunas viñetas (el trabajo en los talleres textiles, un repaso con postales de la geografía boliviana, conversaciones en locutorios, un viaje hasta la frontera con ese país) que definen a una colectividad multitudinaria, pero que de alguna manera aún sigue siendo bastante secreta para la gran mayoría de los argentinos. Una obra, sobria, elegante y luminosa que Marcelo Panozzo comparó con precisión con algunos pasajes de Shara, la obra maestra de la japonesa Naomi Kawase.

(Esta reseña se publicó en una versión más reducida durante el BAFICI 2008)