Conan el Bárbaro

Crítica de Natalia Trzenko - La Nación

Remake del clásico de fantasía que no cumple las reglas del género

Muchas veces ver una película exige del espectador habilitar al máximo la capacidad del disfrute sencillo y clausurar por un rato el pensamiento racional. Se trata de desconectar ese mecanismo que ayuda a distinguir lo que es creíble de lo que no lo es para apreciar un entretenimiento puro, directo, sin dobleces. En teoría, en ese grupo se debería alinear esta nueva versión de Conan, el bárbaro , personaje de la literatura más popular que hizo famoso a Arnold Schwarzenegger allá por los años ochenta. Pero algo se interpone en el desarrollo de esta fantasía de aventuras que no consigue su principal objetivo: entretener. Tal vez sea el guión que utiliza cada una de las funciones del relato más clásico y esquemático -el héroe solitario en busca de venganza que debe sortear todo tipo de obstáculos para conseguirla-, pero sin aportar nada demasiado nuevo o interesante a la fórmula.

La historia comienza en un campo de batalla donde hombres y mujeres pelean a la par, incluso si la fémina en cuestión está embarazada y a punto de parir. El retoño, arrancado del vientre de la madre por el hacha del padre, es Conan, y su traumática llegada al mundo intentará explicar futuras aptitudes para la pelea. Y una notable insensibilidad para nada más que la venganza cuando su papá/partero sea asesinado. Que el villano sea un ambicioso general interpretado por Stephen Lang ( Avatar ), desesperado por ganar poder a través de las artes oscuras que practicaba su esposa muerta y ahora intenta su malvada hija, no modifica demasiado el tedio que las rígidas imágenes digitales provocan. Tampoco aporta mucho Jason Momoa como el Conan de físico imponente y poca expresión. Algo que no sería necesariamente malo -después de todo, pedirle profundidad o sensibilidad a su personaje sería no entender el género-, pero que sí necesitaba un estilo visual distinto del elegido por el director Marcus Nispel. El realizador -abusando de las posibilidades técnicas a su alcance- decidió darles un tono realista a las sangrientas batallas que el 3D vuelve exageradamente detalladas y explícitas.

Poco espacio queda para la fantasía y el disfrute pochoclero después del decimonoveno plano de un desmembramiento visto desde todos los ángulos posibles como si se tratara de la imagen de un noticiero.