Competencia oficial

Crítica de Santiago García - Leer Cine

Un empresario multimillonario de la industria farmacéutica quiere producir algo que se convierta en su legado. No sabe si construir un puente que lleve su nombre o producir una película prestigiosa. El cine, algo de lo que no sabe nada, parece la mejor opción. Paga derechos carísimos de un libro importante y contrata a la directora más prestigiosa para dirigirlo, Lola Cuevas (Penélope Cruz). Para los protagónicos elige a los dos mejores actores, aunque son todo lo contrario a nivel actoral. Félix Rivero (Antonio Banderas) es un famoso actor de fama mundial, protagonista de grandes éxitos de taquilla e Iván Torres (Oscar Martínez) es un actor teatral extremo y exigente, contrario a las ideas comerciales asociadas al arte. Ambos son brillantes en lo suyo, pero están destinados a chocar de frente en los ensayos para la película.

Gastón Duprat y Mariano Cohn son una sana rareza para el cine argentino. Creadores de comedias feroces, no se hunden en la banalidad del discurso político populista de casi toda la cinematografía nacional. Su cine, con fuerte estilo visual, muestra una misantropía también infrecuente en una cinematografía voluntarista y cínica como la que habita en esta parte del mundo. Aquí la sátira lanza todos sus dardos contra el cine, con chistes fáciles de entender para todos los que entiendan un mínimo de la realización cinematográfica pero también con guiños un poco más exclusivos para aquellos que sepan algo más. Las marcas más evidentes son la asociación entre el productor que aparece aquí y Hugo Sigman, millonario farmacéutico y productor de cine. Y obviamente Lola no es otra más que Lucrecia Martel. La película es justa: a Lola, a pesar de la burla, la quiere mucho más que al oscuro, siniestro y también burro productor.

La película está filmada casi exclusivamente una sola locación que aprovecha al máximo. Un enorme espacio minimalista y gigantesco a la vez donde el trío protagónico realiza la preparación de la película. En estos ensayos se producirán las peleas que no son otra cosa más que viñetas cómicas de enorme efectividad gracias a un trío protagónico impecable. La película es demoledora en su primer tercio, donde los tres personajes se lucen y se sacan chispas. Luego de lograr eso no puede crecer más como comedia y los chistes pierden fuerza, en parte porque son previsibles. Luego arremete con un humor negro lleno de vueltas de tuerca y recupera el aliento.

Competencia oficial es una película arriesgada porque pelea contra sí misma en muchos aspectos. Se burla del ego y la locura de los que hacen cine, de los directores, los actores y los productores. Esta comedia negra se ríe desde su título del mundo del cine pretencioso, pero sabe que irá a los festivales que pone en duda. La misantropía de los directores no se detiene frente al trabajo que ellos mismos hacen. Lo mejor que tiene la película es justamente como se pone en duda mientras hace volar por el aire a la gran familia del cine.