Como una novia sin sexo

Crítica de Mex Faliero - Fancinema

MALTRATAME QUE ME GUSTA

Tres amigos (Adrián, Daniel y Santiago) se van de campamento a una pequeña ciudad costera: uno es el típico molesto que se la pasa haciendo chistes, el otro el mujeriego y el tercero el más sensible y callado, que además porta una cámara de video con la que graba todos los detalles del viaje. De hecho, el film aprovecha ese punto de vista que representa la cámara y donde queda impreso claramente que la historia se ambienta en 1996. En Como una novia sin sexo, la película de Lucas Santa Ana, los personajes representan un trío de estereotipos, pero ese no es el mayor inconveniente: en una historia que tiene a la sexualidad y los deseos reprimidos como uno de sus combustibles sustanciales, el problema mayor tiene que ver con la falta de sensibilidad por parte del guión para exponer sus conflictos con más complejidad y humanidad. Los personajes, a los que hay que sumar a una chica que se relaciona con uno de los amigos, se aporrean, se maltratan, se violentan, pero nunca se comprenden. Y, lo que es peor, la película tampoco parece demasiado preocupada en comprender a sus criaturas. Lo que importa, finalmente, es exponer una sordidez lavada.

El camarógrafo es gay, pero nunca se lo confesó a sus amigos. Y aparentemente está enamorado del mujeriego que, obviamente, hace gala de una virilidad inusitada. El otro, el jodón, es alguien a quien todo lo que pasa a su alrededor parece no hacerle mella, ni siquiera un problema familiar que lo ata mentalmente a la Capital. Por un rato, Como una novia sin sexo expone sus conflictos de manera solapada, hasta acertadamente. El juego de la sexualidad masculina y los códigos machistas entre amigos está relatado sin gran vuelo, pero con una dosis de rigurosidad en el habla, incluso en lo corporal de los personajes que se manifiestan entre torpes y contenidos. Hasta ahí el film es bastante honesto. Santa Ana incluso aprovecha el espacio geográfico sugerente, ese límite entre una vida interior (el bosque) y otra exterior y más desinhibida (la playa) como bien lo hizo en El desconocido del lago el francés Alain Guiraudie. Pero así como el trío protagónico sufre un cisma cuando Juli ingresa en la ecuación, también la película empieza a confundirse y a volverse bastante problemática.

En primera instancia, la joven se relaciona con uno de los amigos y eso ya provoca en el resto el desagrado por el extraño que viene a romper la paz del grupo. Pero, aún peor, moviliza los celos que muchas veces trascienden la frontera de la amistad y se vuelven otra cosa. Esa obsesión que surge en los personajes y que ensombrece la hasta ahí clara narración, es lo que ni los personajes ni el director parecen saber resolver. Lo que se revela claramente es el carácter funcional del personaje femenino, de quien desconocemos su destino luego del evento que genera la crisis: es como si el guión dijera sutilmente “listo, ya hiciste tu gracia”. Hay en esto una postura un tanto misógina de poner al rol femenino en el lugar de la que viene a modificar el status quo masculino. Pero esto no es todo: ella es la depositaria de una serie de agresiones que los muchachos le propinan y que la rebajan al lugar de la que “anda buscando pija”. Lo positivo, si se quiere, es que los amigos tampoco resuelven los conflictos entre ellos con demasiada inteligencia.

Todo esto, que sucede en los fatídicos últimos diez minutos de Como una novia sin sexo, minimiza los aciertos de la película pero además hace repensar aquella primera parte donde los diálogos se exponían con honestidad. Tal vez no era eso, si no falta de vuelo por parte del guión para contar lo suyo, que es mucho más complejo de lo que estos machos adolescentes y reaccionarios con el pito en la mano pueden ser.