Cómo funcionan casi todas las cosas

Crítica de Jesús Rubio - La Voz del Interior

En busca del destino

Dirigida por Fernando Salem, se trata de una película rodada completamente en San Juan.

Después de un largo prólogo que sirve para presentar al personaje principal y el paisaje en que está inmerso (paisaje que siempre es el reflejo de su estado de ánimo), la ópera prima de Fernando Salem, Cómo funcionan casi todas las cosas, nos cuenta la historia de Celina, una joven que vive en un lugar ilocalizable del interior argentino.

A Celina (Verónica Gerez) se le muere el padre y su madre se fue de casa cuando era chica. Todos los días va en bicicleta hasta el peaje en el que trabaja con otra mujer. Cuando conoce a quien fue el amigo y compañero de trabajo de su padre, un tal Goldberg, quien se dedica a vender una enciclopedia que lleva de título “Cómo funcionan casi todas las cosas, la primera enciclopedia con las respuestas a todos sus interrogantes”, Celina no lo piensa demasiado y decide abandonar el trabajo en la ruta para dedicarse a la venta puerta a puerta de ese material.

La joven muchacha tiene un propósito en la vida, un sueño: ahorrar plata para viajar a Italia en busca de su madre. En el medio están el enamorado celoso (Esteban Bigliardi), una compañera de trabajo desagradable (Pilar Gamboa), un niño insoportable (Vicente Esquerre) y Rafael Spregelburd en el papel de Goldberg, un personaje poco desarrollado.

La puesta en escena es un verdadero logro. El paisaje desierto y la ruta en medio de la nada refuerzan los sentimientos de abandono y soledad de los personajes. Las imágenes son límpidas y las actuaciones destacables.

Cómo funcionan casi todas las cosas es una película sobre el destino que pone en marcha una historia sensible de tristezas y soledades, pero también de pequeñas ilusiones, de modestos sueños y esperanzas.

El cine independiente que se hace en este país no aspira a historias grandes, no es ambicioso ni pretencioso. Es más bien un cine que conoce sus límites y trata de aprovecharlos al máximo. Lo malo es que muchas veces cansa ver tantas películas parecidas, como si todas estuvieran condenadas a filmar el mismo paisaje desierto con los mismos personajes desangelados de siempre.